viernes, 31 de agosto de 2018

CONSEJOS ZEN Y OTROS PELIGROS DE LOS QUE GUARDARSE


Si hace unos días culpaba al calor de mi apatía general, ahora pienso culpar al verano (se me termina el chollo) de las cosas en que ocupo mis ratos de ocio. Aprovecho cualquier excusa para que todo sea un poco más luminoso y festivo. ¿Otra caña? ¿terracear hasta las mil? ¿granizado de Bailey’s? ¿Cantamos a Miley Cyrus en el coche? ¡Claro que sí! Al fin y al cabo es verano.
Pues además lo que también hago es entrar en todos los enlaces y encuestas de facebook. He descubierto que si fuera un villano de Marvel sería “Loki”, si fuera un personaje de Big Bang Theory sería “Penny”, mi ciudad ideal para ir de vacaciones es Buenos Aires y mi festival veraniego sería “Coachella”. ¡JA! Mi villano de marvel favorito es “Grandmaster”, mi personaje de Big Bang sería una mezcla de Rajesh y Bernadette, mi ciudad ideal para ir de vacaciones es París y mi festival veraniego de música cualquiera en el que toquen algo de jazz. Vale, aunque sean estandards, no nos vamos a poner finos.
También he entrado a links motivacionales y de decoración. Y aquí sí ha llegado el desastre. Tanto en “cosas de las que deshacerte para ser un poco más feliz” como en “consejos para una casa zen” daban el consejo de echar de tu casa los libros que ya habías leído. Dicen que los libros son nidos de polvo y ácaros y que ahora hay que ponerse al día y leer en tablet. Olé tú.
Mientras mi yo interior, nada zen en ese momento, se vestía de pueblerina medieval, antorcha en mano y gritando “Sacrilegio” iba a quemar a los autores de esos artículos, me recordé a mí misma que la gente que leemos no solemos quemar así a lo loco.
Y como la gente que leemos hemos desarrollado la tolerancia y la empatía, empecé a tener pena de los autores y de los pobres idiotas que sigan su consejo.
Un libro que ya has leído es algo especial. Habéis compartido un viaje juntos. Te ha presentado a gente que nunca hubieras conocido dentro de una casa zen. Y es una puerta a bosques, países lejanos verdaderos o inventados, universos paralelos y reinos malditos. Y le debes un respeto. Cuando terminas un libro que ya has leído tienes una responsabilidad con él. Puedes dejarlo o regalarlo a alguien que sabes que lo va a cuidar. Aunque si te gusta es posible que un día sin más lo cojas y lo releas. Muchas veces. O simplemente abras una página al azar y recuerdes todo lo que has vivido, como un viejo amigo al que no ves pero sabes que sigue siendo tu amigo.
¿Y que hay de las visitas a las bibliotecas? ¿o a las librerías? ¿Y los libros de segunda mano? Esos que tienen en su interior las energías y emociones de la gente que los ha leído antes. ¿Cómo han acabado allí? A lo mejor sus dueños querían una casa sin polvo y muy zen.
Debo ser honesta y confesar que tengo un “ereader” y suelo leer en él. Pero en mi defensa diré que también suelo arruinarme en las librerías cada vez que entro. Y que nada es comparable al aroma del libro. Viejo o nuevo. Deberían probar de embotellarlo. Junto con el petrichor serían mis aromas favoritos.
Otro de los puntos en contra de leer en las tablets y los ereaders es que ya no hay interacción entre lectores. Muchas veces he tenido conversaciones interesantes entre los desconocidos del bus, de la mesa de al lado del café o de alguna fila en la que he tenido que esperar. Ver las tapas del libro es una invitación a la charla. Ver a alguien a quien le gusta el mismo libro que a ti es ver a alguien con quien seguramente te llevarías bien.
Os animo a regalar libros, a comprar más, a coleccionarlos o regalarlos. Pero no los abandonéis, ellos nunca lo harían.
Os dejo hasta la próxima. Prometiendo volver a la normalidad una vez pasado el verano. Y os dejo con una canción que me gusta y que estaba escuchando ahora mismo. Sé que sabréis perdonarme. Sed felices.





lunes, 6 de agosto de 2018

EMOCIONES. COMO VESTIRLAS Y TRATARLAS ADECUADAMENTE



Últimamente debo mantenerme alerta. Hay ciertos momentos en que me invade la tristeza. Yo estoy tranquila, sentada viendo la tele o leyendo un libro cuando de repente a mi lado se sienta la tristeza y se queda haciéndome compañía. Los ingleses utilizan la palabra “Blue” para describir los sentimientos melancólicos. Y me extraña ya que la tristeza nunca tendría que ser azul. A la tristeza le sienta bien el gris. La mía viene vestida con una gama de grises que varía según los ratos. Si va vestida de gris claro puede que se quede más días que si va vestida de gris oscuro. Su presencia suele ser más discreta los días claros, pero también más insistente. Nunca la he visto vestida de negro, por suerte. Dicen que cuando viene de negro suele anunciar períodos de locura y caos. Otra cosa que también es mentira, es la imagen esa de las películas, donde la tristeza escucha canciones lánguidas y lentas. Mienten. La tristeza lleva al silencio consigo. Es la ausencia de voces. La ausencia de palabras. La ausencia de amor. Es el vacio absoluto. Mi tristeza no es muy fuerte, por suerte. Pero sí reconozco que es bastante pesada. Tiene un aire de del siglo XIX y suele venir rodeada de niebla. Lleva un sombrero que le regalé yo y le tapa los ojos, no puedes mirar mucho rato cara a cara de la tristeza, es lo más peligroso del mundo. A veces cuando está a mi lado me mira, con expresión de seamos amigas, hazme caso, fíjate cuánto malestar hay alrededor, llora por el dolor de todos. Y en esos ratos, hay tardes en que sí estamos juntas. No mucho, porque eso la alimenta. Pero sí algún momento, generalmente los domingos.
Pero como todo tiene que tener su némesis, decidí un día invitar a alguien más a nuestra fiesta. Naturalmente estáis pensando que invité a la alegría. Pues no señor. Lo contrario a la tristeza no puede ser la alegría. La alegría es un poco zorra. Ahora viene y ahora se va. Viste de rojo y es muy de ser la protagonista. Siempre empeñada en que te olvides de todo y que te enfoques en la diversión del momento. La alegría es la más peligrosa de las emociones. Tanto que en el momento cumbre suele cansarse y dejarte ahí tirada, es entonces cuando la tristeza te dice ¿ves? Te dije que siempre podrías contar conmigo.
Para combatir a la tristeza vestida de gris, nada como el humor. El mío es muy agudo y polivalente. Suele enseñarme el lado bueno de las cosas y muchas veces me coge de la mano y me susurra una cosa divertida para alejarme de la niebla. Mi humor no es nada bien educado y suele visitarme en momentos que a veces no son políticamente correctos. Recuerdo una vez en un entierro me hizo reír y yo pensando: ¿quién lo habrá invitado? El nerviosismo me miró y me alzó una ceja como diciendo, “Mira lo siento, no podía decirle que no viniera, se ha invitado el sólo”.
Mi humor es de lo mejor de mi vida. Suele vestir con un traje británico y bebe té. Es un fanático del Earl Grey y de las chocolatinas con menta. Aunque lo he sorprendido con bermudas y camisas “tiki” en más de una ocasión. Yo lo dejo, porque es bueno reír también cuando hace calor, aunque no tengas ganas. Es amante de la ironía y a veces cuando bebe mucho, se salta el eje y puede llegar a ser cruel. Por suerte no lo hace muy a menudo, mi humor en el fondo es un caballero inglés que escribe como Tom Sharpe. Y tiene su residencia en lugares poco poblados de seres como él. No suele llevar en su maleta caídas ni cosas ridículas, dice que eso es para principiantes. A veces humor y alegría se juntan y entonces la señora de gris nos mira desde la ventana pero nunca se atreve a pasar. Juntos son invencibles.
La tristeza me está mirando ahora porque con lo que escribo se va borrando poco a poco, desaparece hasta quedarse en una niebla poco densa, casi transparente. Sé lo que piensa, está planeando pillarme con la guardia baja y volver a las andadas. No suelo dejarla, aunque a veces está bien hablar un poco con ella para poner las cosas en perspectiva. Mi religión y mis creencias suelen estar basadas en el equilibrio. El del bien y el mal, el de la música y el silencio, el de lo gris y lo azul claro. Creo que siempre que haya cierto equilibrio, nada malo puede pasar.

Me retiro por hoy. Miro a los lados y vuelvo a estar sola. Mejor, así aprovecho para leer un rato. Mis sentimientos os saludan, otro día os hablaré de los otros que me acompañan. Quedan algunos realmente interesantes. Sed felices.




EL CREADOR DE DISTOPÍAS

  Tengo un amigo que ama las distopías. Escribe sobre ellas y parece que todo lo analiza con precisión quirúrgica, cuando lo imagino delante...