jueves, 4 de marzo de 2021

EL CREADOR DE DISTOPÍAS

 

Tengo un amigo que ama las distopías. Escribe sobre ellas y parece que todo lo analiza con precisión quirúrgica, cuando lo imagino delante del ordenador lleva con una bata blanca y un bisturí en el bolsillo, tiene al lado una pizarra llena de post-its con nombres de personajes que van a morir. Primero los hace humanos y después cuando te encariñas los mata. Tal es su poder. Esa es mi imagen de él. Por supuesto el día que sea tan famoso como Stephen King, la gente hablará de él como un padre y marido perfecto que compagina su trabajo y familia con el placer de escribir. Lo que no saben es que para él, escribir no es un placer. A lo mejor lo era, pero poco a poco se volvió una necesidad, ahora creo que es un yonki de la escritura.

Una vez presentado el personaje os diré que los otros dos de esta historia somos secundarios, sólo por hoy (sí habéis leído bien he puesto el acento a sólo y no pienso dejar de hacerlo).

Somos tres. Hablamos casi cada día aunque sea para darnos los buenos días por mensaje. Pero días como hoy hablamos de la situación actual. Uno de mis amigos vive en Madrid, los otros dos vivimos en Cataluña. Inevitable comparar. Todos más o menos alucinamos un poco con las restricciones o la falta de ellas.

Es curioso que el amante de las distopías sea quizá el más cabal y lógico de nosotros. Él defiende que habría que explicar las medidas que nos ponen. Yo suelo quejarme como una adolescente a la que castigan sin salir y nuestro hombre en Madrid, disfruta de un poco más de libertad. Tanta que esta noche va a la ópera.

Hace un par de días el escritor nos envió un audio del cuento “Los que se alejan de Omelas” de Úrsula K. Le Guin. Resumido el relato, os colgaré más abajo el audio, va sobre una próspera ciudad, donde toda la dicha y la prosperidad dependen del sufrimiento de una persona. Concretamente un niño encerrado en un sótano. ¿Qué haríais vosotros? Nos pregunta esta mañana el señor de las distopías. Yo me he dado miedo al dudar. Si somos de la mayoría que no sufre ¿Cerraremos los ojos ante la desgracia de la minoría y la injusticia?

Siento decir que en ciertos momentos sí. O sea que todos en algún momento tocaríamos un botón para matar a alguien si eso nos salvara a nosotros o a nuestros queridos. Puede que el castigo fuera vivir con ello. Puede que el castigo fuera que no podríamos vivir con esa decisión. Y si no tocáramos el botón nos arrepentiríamos de no haber salvado a los amamos.

Si algo me ha enseñado la pandemia, es que los humanos tenemos poca humanidad.

Personajes como el escritor, se pueden permitir pensar y narrar sobre eso. Los que no pensamos tanto, nos limitamos a gritar y quejarnos en rabietas infantiles. No entendemos o no queremos entender.

Ahí os dejo la pregunta. Vosotros ¿Qué haríais?

No pongo el nombre del escritor porque no le he pedido permiso. Y porque aparece hoy en mi blog más en su faceta de amigo, aunque puedo deciros que cree en Asimov sobre todas las cosas. Agradecerle desde aquí que en cada conversación sus planteamientos morales y éticos me ayudan a conocerme y a ser un poco más humana.

Hoy no os pongo canción, os pongo el audio que vale la pena del cuento de Úrsula K. Le Guin.

Pensad. Y sed felices.




EL CREADOR DE DISTOPÍAS

  Tengo un amigo que ama las distopías. Escribe sobre ellas y parece que todo lo analiza con precisión quirúrgica, cuando lo imagino delante...