lunes, 6 de agosto de 2018

EMOCIONES. COMO VESTIRLAS Y TRATARLAS ADECUADAMENTE



Últimamente debo mantenerme alerta. Hay ciertos momentos en que me invade la tristeza. Yo estoy tranquila, sentada viendo la tele o leyendo un libro cuando de repente a mi lado se sienta la tristeza y se queda haciéndome compañía. Los ingleses utilizan la palabra “Blue” para describir los sentimientos melancólicos. Y me extraña ya que la tristeza nunca tendría que ser azul. A la tristeza le sienta bien el gris. La mía viene vestida con una gama de grises que varía según los ratos. Si va vestida de gris claro puede que se quede más días que si va vestida de gris oscuro. Su presencia suele ser más discreta los días claros, pero también más insistente. Nunca la he visto vestida de negro, por suerte. Dicen que cuando viene de negro suele anunciar períodos de locura y caos. Otra cosa que también es mentira, es la imagen esa de las películas, donde la tristeza escucha canciones lánguidas y lentas. Mienten. La tristeza lleva al silencio consigo. Es la ausencia de voces. La ausencia de palabras. La ausencia de amor. Es el vacio absoluto. Mi tristeza no es muy fuerte, por suerte. Pero sí reconozco que es bastante pesada. Tiene un aire de del siglo XIX y suele venir rodeada de niebla. Lleva un sombrero que le regalé yo y le tapa los ojos, no puedes mirar mucho rato cara a cara de la tristeza, es lo más peligroso del mundo. A veces cuando está a mi lado me mira, con expresión de seamos amigas, hazme caso, fíjate cuánto malestar hay alrededor, llora por el dolor de todos. Y en esos ratos, hay tardes en que sí estamos juntas. No mucho, porque eso la alimenta. Pero sí algún momento, generalmente los domingos.
Pero como todo tiene que tener su némesis, decidí un día invitar a alguien más a nuestra fiesta. Naturalmente estáis pensando que invité a la alegría. Pues no señor. Lo contrario a la tristeza no puede ser la alegría. La alegría es un poco zorra. Ahora viene y ahora se va. Viste de rojo y es muy de ser la protagonista. Siempre empeñada en que te olvides de todo y que te enfoques en la diversión del momento. La alegría es la más peligrosa de las emociones. Tanto que en el momento cumbre suele cansarse y dejarte ahí tirada, es entonces cuando la tristeza te dice ¿ves? Te dije que siempre podrías contar conmigo.
Para combatir a la tristeza vestida de gris, nada como el humor. El mío es muy agudo y polivalente. Suele enseñarme el lado bueno de las cosas y muchas veces me coge de la mano y me susurra una cosa divertida para alejarme de la niebla. Mi humor no es nada bien educado y suele visitarme en momentos que a veces no son políticamente correctos. Recuerdo una vez en un entierro me hizo reír y yo pensando: ¿quién lo habrá invitado? El nerviosismo me miró y me alzó una ceja como diciendo, “Mira lo siento, no podía decirle que no viniera, se ha invitado el sólo”.
Mi humor es de lo mejor de mi vida. Suele vestir con un traje británico y bebe té. Es un fanático del Earl Grey y de las chocolatinas con menta. Aunque lo he sorprendido con bermudas y camisas “tiki” en más de una ocasión. Yo lo dejo, porque es bueno reír también cuando hace calor, aunque no tengas ganas. Es amante de la ironía y a veces cuando bebe mucho, se salta el eje y puede llegar a ser cruel. Por suerte no lo hace muy a menudo, mi humor en el fondo es un caballero inglés que escribe como Tom Sharpe. Y tiene su residencia en lugares poco poblados de seres como él. No suele llevar en su maleta caídas ni cosas ridículas, dice que eso es para principiantes. A veces humor y alegría se juntan y entonces la señora de gris nos mira desde la ventana pero nunca se atreve a pasar. Juntos son invencibles.
La tristeza me está mirando ahora porque con lo que escribo se va borrando poco a poco, desaparece hasta quedarse en una niebla poco densa, casi transparente. Sé lo que piensa, está planeando pillarme con la guardia baja y volver a las andadas. No suelo dejarla, aunque a veces está bien hablar un poco con ella para poner las cosas en perspectiva. Mi religión y mis creencias suelen estar basadas en el equilibrio. El del bien y el mal, el de la música y el silencio, el de lo gris y lo azul claro. Creo que siempre que haya cierto equilibrio, nada malo puede pasar.

Me retiro por hoy. Miro a los lados y vuelvo a estar sola. Mejor, así aprovecho para leer un rato. Mis sentimientos os saludan, otro día os hablaré de los otros que me acompañan. Quedan algunos realmente interesantes. Sed felices.




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