Lo mejor es vivir el presente. Quizá porque el
futuro nos viene muy incierto y porque el pasado ya no existe. Pero hoy me he
despertado un poco nostálgica. A veces un detalle pequeño te traslada a otros
tiempos y revives los momentos con un realismo exquisito.
Esta mañana, al despertar he puesto la radio,
y la primera canción que ha sonado ha sido el “Good morning” de “Cantando bajo
la lluvia”. Y plas en un
instante he sido una niña de diez años con pijama de felpa, recién duchada y
esperando la película de Sábado Cine en el sofá.
Y después, a éste se han sumado otros
recuerdos. Los dolores de barriga fingidos los domingos por la noche para no ir
a clase los lunes, los libros de “Los cinco” y de “Torres de Mallory” donde
Enid Blyton daba lecciones de moralidad oxidada y nos enseñaba la diferencia
entre el bien y el mal. De esos libros, siempre me quedaba la curiosidad de que
era la “cerveza de jengibre” que bebían todos los niños ingleses, pero cuando
muchos años más tarde descubrí que era lo
mismo que el ginger ale y que iba fantástico para la resaca perdió todo su
encanto. También recuerdo las películas musicales, como “Hello Dolly”,
“Brigadoon”, “Mi hermana Elena” o “Siete novias para siete hermanos” y siempre pensaba que la vida real
sería mucho mejor si en un momento dado te pusieras a cantar y bailar por la
calle.
Pero de mi infancia recuerdo sobre todo los
veranos. Mi abuela, como buena abuela de verano reunía a todos los primos y nos
llevaba de vacaciones a su pueblo. Y allí éramos todos un poquito más libres.
Eran tres semanas de bañarnos en barrancos, porque pobre mujer, como iba a
pagar la entrada para la piscina de todos, eran las interminables siestas
obligadas donde ella dormía 20 minutitos escasos, y nosotros nos escapábamos
arrastrándonos por el pasillo para ir al cuarto de juegos. Los bocadillos para
cenar, los helados almendrados del sábado, el porrón con vino y gaseosa, y
sobre todo ir a buscar agua con el cántaro a la fuente. Eran veranos de los
años setenta, pero el agua la bebíamos de la “font de caps” de Tremp. Comprar
agua embotellada era impensable.
La espinita que tenían las vacaciones eran que
no teníamos tele, y yo los sábados por la tarde oía la música de “Vacaciones en
el mar” de los vecinos y me ponía mala. Había en casa, una radio antigua de
esas grandes con cuatro botones blancos, y la primera vez que la vi, recuerdo
haber pensado que al ser la radio tan vieja sólo emitiría programas antiguos.
Hay que decir que no era la niña más lista del mundo, y cuando escuché una
canción de Miguel Bosé creí que había ocurrido un milagro o que se había
producido un colapso espacio/tiempo. Bueno no lo pensé así, porque insisto en
que muy lista no era, pero cuando entendí que la radio emitía en tiempo
presente, me decepcionó un poquito.
Pues sí, hoy me apego al sentimiento de veranos de sol e inviernos en
pijama viendo la tele en el sofá. Mañana será otro día, como decía Scarlett.