Cuando llega septiembre, al volver a las clases hay una
escena que suele repetirse año tras año hasta la eternidad. Redacción. Título:
“Cómo ha sido mi verano”.
Creo que los profesores al
volver a trabajar tienen el cerebro aún lleno de arena, aroma a crema de coco,
zapatillas de trekking y algún mojito de terraza nocturna. Y claro, siempre se
aferran a las clásicas fórmulas, hasta que el cerebro esté adaptado al horario
escolar.
He corregido un montón de estas
redacciones. Y, generalizando bastante, podría decirse que se dividen en dos
tipos. La primera, una retahíla de cosas que se han hecho, escritas con escasa
emoción, para llenar las 15 o 20 líneas
obligatorias. La segunda, es cuando el alumno elige un momento del
verano y lees 20 renglones donde se puede narrar desde un partido de fútbol, un
día en la playa, la cómica caída de la abuela, una tarde de cine, o una
excursión en bici.
Las segundas son mis
preferidas. No suelen estar bien escritas pero son el reflejo de algo valioso,
algo que este chico o chica recordará siempre. Y suelen estar llenas de
repeticiones y de pasión.
Creo que si tuviera que hacer
una de estas redacciones ahora, se convertiría en un mosaico. Una pared
compuesta de piedrecillas con imágenes individuales que conforman una imagen mayor.
Al acercarte más, verías momentos y personajes. Girasoles a pie de carretera.
Tentación de parar y recogerlos. Adoro los girasoles, hasta los pintados. Pero
si los recojo morirán, así que los dejo pasar. “Singstar”, aunque siempre me
ganen. Lo paso bomba, en serio. Aunque creo que lo mejor es la compañía, soy
muy tímida, y creo que no cantaría delante de cualquiera, por eso, gracias a
Antía y Javito por algunos de los ratos más divertidos del verano. La voz de
Norah Jones en la radio. El color lavanda. La luna llena. Los viejos capítulos
de “Frasier”. Cantar mientras conduzco, este verano alternando Cole Porter y
Belle and Sebastián, así, sin orden. Aunque también Will.I.am y Britney Spears,
lo confieso. Los mensajes de whatsapp de dos amigos a quien quiero tanto que a
veces los echo de menos si pasan un día sin escribirme. El encuentro 20 años
después con Juan Ramón, que marcó uno de los mejores momentos de mi verano.
Espero no tardar otros 20 años en reencontrarnos. El chocolate de lima y té
verde. La tarde de recetas mejicanas con Argy, este hombre tiene que hacer un
blog de cocina ya. Los cafés especiales de vainilla de Jorge, que ríete tú de
los de Starbucks. Un baño en el mar, mientras llueve. Un vino blanco en Sitges.
Tom Harrell. Caminar por la montaña. Las rebajas. Piscinas de agua helada. Las
cañas a la hora de comer, las comidas improvisadas. La cerveza Alhambra, ¿Cómo
no la había probado antes?
El blog de Juan Echanove, que
hará que me aficione a la buena comida. La última temporada de “Mad Men” que
voy viendo racionada, para que dure un poco. Las conversaciones de cine. (Nota
mental: ver “Los ríos color púrpura”). Un corte de pelo radical que acabó con
mi melena de años. Las nubes que tapan estrellas fugaces cada año por San
Lorenzo, esté donde esté. Los libros de Glenn Cooper. Los sudokus y
crucigramas. Las charlas con mi hermana que pueden ser de fantasmas, de
calvinismo, de viajes en el tiempo, de política, de religión o de pintauñas. La
física cuántica. Doctor Who. Los helados de “After eight”. El hielo cuando hace
calor. Los niños que molestan en los bares mientras sus padres los ignoran.
Charlie Sheen. El horario del gimnasio que no he visitado desde julio, colgado
al lado de mi cama. Los zapatos de tacón que no me he puesto... y mucho, mucho
más.
Al alejarte el mosaico es una
foto de mi, porque todos estos momentos, forman parte de mis recuerdos, y como
en el fondo no somos más que un puñado de historias, todos estos momentos son
yo misma. El verano termina, seguid fabricando recuerdos, son los que dan
sentido a vuestra vida.