En el
instituto, me mandaron una redacción titulada “Autorretrato”. Como
a mí me daba una vergüenza enorme hablar de mí, le di una vuelta al
título y expliqué la historia de un autorretrato olvidado en un museo. Saqué
muy buena nota.
Pocas veces hablo de mí misma, la verdad es
que la gente me pregunta poco. Creo que por eso escribo.
Soy adicta
a muchas cosas. Cuando algo me gusta, me encanta. Cuando algo me disgusta, soy
la detractora más cruel. Resulta que nací en Octubre, por lo cual soy Escorpio.
Cosa que quiere decir que no pienso creer en el horóscopo, pero lo leo. Cosa
que quiere decir que si tú, lo lees delante de mí, me haré una rápida idea
mental al ver como reaccionas cuando termines de leerlo.
Sí.
Tengo tendencia a hacer estereotipos culturales. Todos erróneos por supuesto.
Ya que, como dice mi amado Murakami, “nunca te fíes de las apariencias”.
Pero no
puedo evitarlo. Siempre que veo a alguien a quien le gusta el cine, me cae
bien. Si alguien me habla mucho de política, me cae mal. Si alguien no tiene ni
idea de política me cae peor.
Con el
tiempo tejemos nuestra personalidad a base de pequeños hábitos que se convierten en el cemento base de nuestra
manera de ser.
Por
ejemplo, a mi me gusta el vino tinto. Me gustan los hombres inteligentes. Me
gustan los gatos y los perros. Me gusta el cine que me entretiene. Cada vez
soporto menos hablar de relaciones, sentimientos o problemas de pareja. No me
gusta la gente que no es feliz, o que no sabe cómo serlo. Y si algo aprecio,
más que los grandes gestos, son los pequeños. Suelo ser bastante optimista. Y
tengo ese sexto sentido que me hace ver cosas que los otros no ven. Antes de
que me imaginéis hablando con muertos, quiero aclarar que soy una observadora nata
de detalles. Y muchas veces mi clarividencia, no es más que observación atenta.
Sí, de pequeña me leí las obras completas de Sherlock Holmes. Y eso, marca.
Volviendo
a las apariencias. Vuelvo a ser rubia, por fin. Me gustan los coches. Mucho. Me
encantan las conversaciones largas. Y los amores cortos. No soporto las
despedidas. Y el paraíso para mí, sería un club de jazz, lleno de humo en
blanco y negro. Canto en el coche. Cada vez corro más. Quizá, porque ya no
tengo tanto miedo, o a lo mejor es que ya no tengo tanto tiempo, quien sabe lo
que nos pasa al hacernos mayores. Y cada vez me gusta menos planificar las
cosas.
Algunos
me llaman Sofía, Sofi o Sof. A veces firmo con un “S” mis mails. Y sé que a mi "Yo de instituto" le gustaría ver en quien se ha convertido.
Encantada
de conoceros.
Bien,
señor Alamón de clase de literatura de 2º de BUP, esta es mi
redacción.