Vamos
directos al desastre. Nos falta tiempo. A veces me siento como el conejo del
reloj, en el cuento de Alicia. Me di cuenta ayer, cuando estaba jugando al Candy
Crush Saga, nivel 191, viendo el nuevo episodio del Doctor Who y teniendo tres
conversaciones distintas por Whatsapp. Al ser rubia, no hice bien ninguna de
esas cosas. No he pasado al nivel 192, mandé mensajes equivocados (aunque quien
me conoce sabe que eso me pasa a menudo), y tuve que volver a ver el episodio
de Dr. Who, porque no me enteré de nada.
Así
que, puse el mundo en pausa, y me puse a pensar. ¿Realmente estaba disfrutando
o quemando el tiempo? ¿Tengo un déficit de atención tan grande que mi mente no
puede concentrarse en una sola cosa? y lo más importante ¿por qué no escuchas a
la persona que te está hablando y piensas en todo esto después, cuando estés
sola?
Disimulé
como pude y volví a la conversación, por suerte, mi interlocutor era una persona
tan egocéntrica que no se dio cuenta de mi ejercicio de “spa mental”.
A veces
va bien quedar con este tipo de gente que siempre te cuenta lo mismo porque
puedes desconectar y pensar en tus cosas. Pero no lo hagáis, que eso es muy de
villano de cómic, y además, si no lo hacéis bien, os pueden pillar.
A lo
que íbamos. Parece que la necesidad de disfrutar del momento, nos impulsa a no
disfrutar de nada realmente. Mi teoría es que eso pasa en verano. Queremos
aprovecharlo tanto que tenemos que hacerlo todo muy rápido, para después poder
contar que lo hemos hecho.
Por
suerte viene a nuestro rescate el otoño, con el cambio de color de las hojas,
los jerséis escotados nuevos que pienso comprarme, y mi cumpleaños, (sí, aquí
empieza mi campaña de: hay que felicitarme, porque cumplo taitantos el mes que
viene, pero sólo aparento de 32).
Vamos a
por recomendaciones para el otoño.
Hay que ir al cine y ver “Lucy”, Scarlett
Johanson con un acertadísimo peinado que se parece mucho al mío, se vuelve superlista
y nos enseña que no nos fiemos de la gente que lleva sombreros vaqueros fuera
de Tejas, ni de la mafia tailandesa, ah, y también que Morgan Freeman es muy
grande, como siempre. No voy a contar nada, porque me encantó y porque Luc
Besson, se merece que paguemos una entrada.
Hay
que hacer una excursión para ver los
colores del otoño. Por cercanía, cariño y porque lo conozco yo recomiendo el
Pirineo de Lleida, pero si no tenéis mi suerte, vedlos donde podáis. Los
colores de otoño, tienen el poder de cargarte las pilas y llenarte los ojos de
tanta belleza que son un bálsamo para los días en los que la realidad, se porta
como una fulana.
Hay que volver al gimnasio y sudar todas las cañas del verano. Y además hacerlo con la frente muy alta, en plan, no estoy naaaada cansada.
Hay que empezar una libreta de deseos realizables. Porque otoño es una buena estación para estrenar libretas, y porque si tenemos una lista de deseos y propósitos seguro que no se nos olvidan.
Y para
frenar esa sensación del tiempo que pasa y se escapa, vamos a detenernos y preguntarnos, ¿realmente tengo ganas de hacer esto? Si es que no, no lo hagáis,
la vida es muy corta para perder el tiempo en cosas que no os gustan.
De
verdad, si logro recordar todo lo que he pensado este rato, lo escribo en el blog. Ahora mismo, sonrío y vuelvo a la conversación que no me importa nada, para aparentar que sí. Y mañana mismo me aplico mis consejos.
Feliz final de verano