Inauguramos Junio, con ganas de verano, ignorando el
viento y la lluvia con la que Mayo ha mayeado. Con la ilusión que nos hace
quitarnos los jerséis de manga larga. Estrenamos gafas de sol y piel blanca y
sobreprotegida.
Es también ese mes, en que el día es larguísimo. Qué pena
que estemos tan cansados que no podamos disfrutarlo. Porque la verdad es que
Junio es como el sprint final antes del verano. Ya está ahí, y lo anhelamos.
Junio se alimenta de Deseo. El deseo y los planes, que soñamos ahora, para
cumplirlos después. Junio se nutre de esa energía. Y yo, creo absolutamente en
la fuerza de la expectación. Las cosas se disfrutan en el momento en que
empiezas a planearlas. Y te visualizas a ti misma haciendo aquello que has
soñado durante el largo y crudo invierno.
Es el pre-verano. Esa época en que arrastras una chaqueta
a todas partes por si acaso. Hasta el 40 de mayo no te quites el Sayo. Los
atardeceres son magníficos, ¿os habéis parado a ver las puestas de sol
últimamente? ¿Y las noches? Parecen cielos pintados por Van Gogh.
Junio no es el pastel, es el aroma que desprende el
pastel cuando sale del horno. Es la libreta sin estrenar, y el lápiz recién
afilado. Es ese momento en que soplas y observas la punta, pensando, sí, está
listo para escribir. Son cosas pequeñas, como el aroma de las flores que aún no
se han secado con el sol justiciero del verano. Y esa energía secreta que te
nutre de buenas intenciones. Me quedo con eso, el brillo de los colores, los
pies en el agua fría que viene del deshielo, caminar por la montaña. En julio
seguro que nos quejamos de los mosquitos, del calor o de las tormentas de
tarde, en agosto de lo que se acorta el día, pero ahora estamos en ese punto en
que hay que pararse y apreciar el momento. Porque os aseguro que no volverá.
Sed felices y mirad el cielo. Junio se esfuerza en gustar, no lo defraudéis. Os dejo con la canción que sonaba mientras escribía, así, en aleatorio. Ivan Ferreiro con su "Turnedo".