Pronostico que dentro de
diez días, algunos de vosotros estaréis a punto de sentaros a la mesa. Calcularéis
con ojo crítico la cantidad de turrón que podréis comer sin sentiros mal, el
rato que debe pasar entre un plato y otro. Diréis que os gustan los regalos y
puede que los vea colgados en “Wallapop” antes de la hora del café. Y brindaréis
por la Navidad. Llamaréis a los que están lejos. O les mandaréis mensajes, todo
vale. Abrazaréis a los cercanos y seguramente os dormiréis delante de una película alemana donde una madre soltera vuelve a creer en el amor gracias a
Papá Noel y a una carta escrita por su hija. Después os quejaréis de las
fiestas, calcularéis con muy mala leche las horas de gimnasio que os costará
deshaceros del “un día es un día” y tiraréis los envoltorios rasgados de
vuestros regalos a la basura.
Y volveréis a quejaros de la
pereza que os dan las fiestas y de lo contentos que estáis de volver a la normalidad.
Pero pienso que siempre hay
maneras distintas de vivir las mismas experiencias.
Y yo soy de la legión de
adultos que cree en la Navidad sobre todas las cosas. No son los regalos. Es la
alegría. La buena energía. Son los abrazos. Los mensajes. El ruido de las copas
que chocan al brindar. Estoy convencida de que el ruido de un brindis tiene
poderes mágicos.Al fin y al cabo, estáis brindando por la esperanza. Es la música y son las luces en la calle. Las películas que hacen
reír. Las películas que hacen llorar. Los encuentros con gente que añoras todo
el año. El decirle a tu madre que todo lo que ha cocinado está fantástico y hacerla callar cuando
como cada año dice: “este año no sé si me ha salido bien”. Aunque sepa que sí. También
es seguir algunas tradiciones como escapar de casa el 25 por la mañana para ir
a tomar café. Y que la gente te salude con un “Felices fiestas”, aunque no te
conozca. Es disfrutar de los turrones porque “un día es un día”, y ya habrá
tiempo de quemarlos después. Y si no se queman, pues me parece perfecto porque
el invierno es largo y frío. Es esa época en la que tarareas sin darte cuenta a
Frank Sinatra, a Michael Bublé y a Mariah Carey. Y además sientes amor. Y pocas
situaciones te enfadan. Porque por tradición, en los diez días que nos quedan
hasta el día de Navidad, tendríamos que obligarnos a ser optimistas. A ver el
lado bueno de todo. A ponerlo fácil a la vida. Y a soñar en imposibles. Y
seguir soñando hasta que se hagan realidad.
Lanzo desde aquí mi
felicitación para todos. Me gustaría brindar con cada uno de vosotros. Así que
desde aquí brindo, os miro a los ojos y os mando mis mejores deseos.
Mi deseo es que seáis
capaces de amar y de imaginar. De apreciar y de agradecer aquello que tenéis.
Mi orden es que os pongáis
de buen humor cuando terminéis de leer este post. Quiero que os contagiéis de
sonrisas y abrazos. Que no os de miedo ser cursis. Que os dejéis llevar.
Y naturalmente ahora más que
nunca: Sed Felices.