Hoy he soñado que viajaba
por Escocia. En mi sueño, al ver las Highlands moteadas por una niebla
semitransparente, al respirar el aire frío y sentir la grandeza del silencio en
la montaña, he tenido la sensación de haber pertenecido a ese lugar hace mucho,
mucho tiempo. Tanto que ni siquiera había nacido aún.
Nunca he visitado Escocia. La
imagino como una tierra poblada y dominada por los fantasmas. Fantasmas aburridos
que miran tras las ventanas el ir y venir de los vivos. Fantasmas que toman su
té sentados en las escaleras de lo que había sido su casa pero hoy es un
hipermercado.
Es curioso que aunque nunca
he creído conscientemente en los fantasmas, jamás he dudado de su existencia. Sé
que a ellos no les importa si creemos o no en ellos, no son como las hadas de
Peter Pan, no se nutren de esa fe ciega que los alimenta y les da poder como a
los antiguos dioses. Existen porque han existido antes en otro plano, y nunca
nada desaparece del todo, tan sólo se transforma.
Un viaje a Escocia se me
antoja frío e íntimo. Como deben ser los viajes en invierno, aunque reconozco
que me llama más un viaje hacia la luz mediterránea, hacia la costa amalfitana,
hacia Atenas o las islas griegas.
Sin embargo he empezado la
semana con fantasmas y montañas escocesas. Y eso seguramente quiere decir algo. A lo mejor es
que invierno es tiempo de encontrarse con lo invisible. En verano hay demasiado
ruido, demasiada alegría y el calor no te ayuda a recogerte en casa. Los fantasmas
deben amar el invierno porque se sienten más cercanos a nosotros. Nos ven desprotegidos e indefensos ante el
frío y nos observan mientras estamos bajo la manta del sofá sorbiendo chocolate
caliente. Y sienten que somos prisioneros como ellos. Por eso a veces sientes
un escalofrío que te llega sin más. Es un fantasma, puede que sea uno de los
tuyos o uno curioso que se ha sentado a tu lado a ver Netflix contigo. Nunca he
creído que el día 31 de octubre los
muertos se paseen por la tierra y después vuelvan a sus frías tumbas. Siempre
he creído que hay un tiempo en que siempre están con nosotros. El error de los
humanos es que confundimos vida con cuerpo. Y visitamos los restos de una
cáscara vacía cada 1 de noviembre para dejar flores que se marchitarán como los
recuerdos. Creo que deberíamos visitar y dejar flores en los sitios preferidos
de nuestros muertos. En cafeterías, en bancos de los parques, en la playa que
solían frecuentar, en salas de conciertos. Porque es allí donde estarán. Donde pasaron
sus mejores momentos.
Me gustan los cuentos de espíritus.
Me gusta leerlos por la noche, pero después no duermo así que me limito a
leerlos con luz natural. No es que los fantasmas no nos acechen durante el día.
Es que nosotros no estamos preparados para verlos cuando estamos ocupados. Es cuando
relajamos nuestra mente cuando podemos ver sus sutiles manifestaciones. Un susurro
que crees oír, algo en la esquina de tu campo de visión que se esconde cuando
lo miras directamente, una melodía que suena en el piso de tu vecino, mientras
tu vecino se pregunta por qué estás escuchando música a esas horas de la noche.
No creo en los fantasmas
vengadores, esos que vienen a mover muebles y a matarte de un susto. No digo
que no existan, es simplemente que no creo en ellos, así que sé que no se
manifestarán ante mí. Sin embargo sí creo en los fantasmas tristes, en los
solitarios que buscan algo de calor o tan solo un poco de entretenimiento
mientras esperan dar un paso más. Esta última frase, me pone en el grupo de
personas que cree en las reencarnaciones. No estoy nada segura de esto. Pero sí
hay algo de fascinante y reconfortante en la idea de volver y empezar de nuevo.
Y todos, incluso los que dicen que no creen en nada, creemos en algo.
Hoy es un lunes raro que ha
empezado en Escocia y no sé donde terminará. Donde sea, espero que hay buena
música, buena cerveza y fantasmas felices de los que bailan entre las mesas de
los bares y son los culpables de que a los camareros se les caigan los vasos o tú tropieces con la
pata de una silla.
Os dejo con una canción que
no tiene nada que ver con el tema, como casi siempre hago. Y me voy con mis fantasmas. Hasta la próxima,
sed felices.