Falta nada
para la Navidad. Vaya año. Y aún no ha terminado, sigo temiendo un giro de
guión. Pero mejor enfocarnos en lo bueno.
Cosas
buenas que he vivido en 2020. Los amigos. Esa familia que eliges porque quieres
y que terminan siendo lo mejor de todo. El amor, que te ayuda en los momentos
difíciles, porque continúas a veces no por ti, sino por los demás, vences al
pesimismo porque amas y no puedes hacer daño a la gente que amas. Las palabras;
cómo las palabras te iluminan soledades y te ayudan a ser más fuerte cuando más
lo necesitas. Así, a modo de resumen diría que todo lo importante de esta vida
está relacionado con la gente.
Os deseo
una Feliz Navidad. Y para el año próximo, que vuestra vida sea una comedia
musical, que no echéis a nadie en falta, que los malos momentos sean tan breves
que solo sirvan para compararlos con los buenos. Que si llueve que llueva lento
y bien, que si hace sol tengáis una sombra cerca y que si lloráis, os dure
poco, aunque si reís que sea de verdad, con el alma.
Ojalá este “todo”
que estamos pasando, nos sirva para recordarnos que la vida es frágil y no nos
debe nada, somos nosotros quien le debemos algo.
No he hecho ni un pastel en
toda la cuarentena. Ni pan. Ni he cocinado nada especial. Mi pesadilla
recurrente es que me llame Fernando Simón y me diga “no puedes pasar de fase ya
que no estás aprovechando el tiempo como Dios manda”.
Lo que sí he hecho es
escuchar música. En los tiempos antes del encierro oía la música por la radio o
la que yo me ponía al conducir, pero no soy consciente de haber escuchado nada
y no hacer más que sumergirme en las canciones desde hacía mucho tiempo. Como si estuviera en un
concierto. También he visto muchas películas y series. Harta ya de ver al FBI
cazando malos, o de ver comedias chorras que se me confunden al cabo de los días, el domingo
pasado vi que en Amazon Video tienen cine clásico y me animé a ver “El séptimo
sello”. En sueco subtitulado porque aquí hemos venido a jugar. La había visto
creo que de pequeña en “La clave”, ese programa que me impedía ver el “Un, dos
tres” los viernes noche y me dejaba fuera de las conversaciones de recreo en el
colegio.
Pues debo decir que la
película me gustó más de lo que me esperaba. El hombre en busca de la fe. La explicación
que busca la humanidad a todo lo malo que les pasa. Los humanos somos así con
los imprevistos. No los toleramos, queremos el control de la situación y nos
asustamos en cuanto la vida, como ahora, se sale del guión.
Otra película que vi, en el
canal “Somos cine” de Rtve fue “Total” del recientemente desaparecido José Luís
Cuerda. Es una pieza corta, de 50 minutos donde Agustín González nos cuenta
como fue el fin del mundo. Las señales inequívocas de que algo gordo venía, son
muchas y variadas pero me quedo con las vacas que quieren culturizarse y
asistir a la escuela. La recomiendo, como todo lo de Cuerda por supuesto.
Vamos con Netflix. Hay mucha
crítica mala de la miniserie “Hollywood”, panda de amargados que son todos los
críticos. Debo confesar que fue la
primera serie que vi en la que me olvidé totalmente de la realidad actual. Entré
en el mundo de Hollywood en el mismo momento en que una fantástica Patty Lupone
llega a la gasolinera. Que gran mujer. Que poderío y que robaescenas. Que
nariz y que señora. Jim Parsons que con su “Sheldon” en “The big bang theory”
se dedicó a romantizar la falta de empatía y el comportamiento digno de
psiquiatra, interpreta aquí a Henry Wilson, un señor que existió de verdad e
hizo cosas muy malas de esas que si las denuncias no te hacen caso, una especie
de Harvey Weinstein de los años 50. No voy a hacer demasiados spoilers por si
alguien se anima a verla pero la verdad es que es más dura de lo que parece y
también más dulce de lo que debería. O quizá no. Quizá también el ser humano
necesita buenos ratos e historias que terminen bien. Realidades irreales.
Pedazo de spoiler que acabo de hacer. Pero vedla igualmente. Vale la pena.
También he leído, aunque menos de lo que me gustaría. Ahora voy pillando el hábito de leer otra vez y ya puedo dejar un poco de lado a Stephen King y ponerme con novelas que me aporten algo más que miedo a apagar la luz. Esto lo dejo para otro post.
Como podéis ver, sin la ficción, la cuarentena sería mucho más insoportable. Así que no nos quejemos y continuemos consumiendo y apoyando artistas cuando veamos la luz al final del túnel.
Os dejo hoy con una canción
que canto cuando estoy un poco “chof”. Y siempre me pone de buen humor. “Here
comes the sun” por George Harrison. Y por el mismo precio os la subtitulan para que sepamos que cantamos. Sed
felices. Aunque cueste.
¿Cómo estáis? ¿Habéis hecho
pan, aprendido idiomas, pintado un cuadro, ordenado los armarios?
¿Habéis sido felices de
verdad desde que estáis encerrados? ¿Habéis tocado fondo?
Yo he estado muy ocupada
gestionando mis emociones. Aún estoy montada en una montaña rusa llena de "loopings" que a veces me ponen el corazón en la garganta. Me está costando. Pero
no me quejo, con todo lo que pasa, no tengo derecho.
Os diré que hasta finales de
la semana pasada no he sido capaz de aceptar con un poco de normalidad esta
situación transitoria. Al acabar de escribir la palabra “transitoria” me doy
cuenta que lo que me hace superar los momentos es esta condición de
transitoriedad del contexto. Lo que me anima (por poner una connotación
positiva) es que todo pasará. En mis momentos más negros, he llorado por el
mundo que he perdido. Que hemos perdido. Y miro fotos de hace sólo un par de meses
y no puedo creerme lo afortunada que era.
Echo de menos el roce, los
abrazos y los besos que a partir de ahora no se darán. Echo de menos a la
gente, pareja, familia y amigos. El café de la mañana en un bar. Las conversaciones
hasta altas horas de la madrugada. Conducir y cantar al volante. Insultar a los
conductores que no ponen intermitente. Aparcar mal. Ir al cine. Quejarme de
tonterías que hace un tiempo eran verdaderos problemas. Levantarme sin
necesitar hacer un esfuerzo por creer que todo irá perfecto.
Es curioso cómo nos
adaptamos a todo. Y como debemos hacerlo para poder sobrevivir.
Pero hay cosas que aún me
ponen de mala leche. Las noticias falsas, las pullas políticas (no es el
momento señores), la falta de solidaridad.
Creo que la pandemia hace
salir lo mejor y lo peor del ser humano. Mientras unos aplauden otros ponen
carteles acosando a trabajadores esenciales en sus pisos. Para mí, los héroes
no son sólo los médicos.
A ver como digo esto para
que no se me ofenda nadie. Los médicos hacen su trabajo. En condiciones
extremas. En una situación que nunca antes habían visto. A lo mejor es el
momento de además de aplaudir, procurar que tengan mejores condiciones y no
recortar en sanidad. ¿Y la gente que trabaja en los supermercados o el personal
de limpieza o todos estos que están haciendo su trabajo sin muchas garantías y
con un sueldo de mierda? (Con perdón). Pensemos también en ellos a la hora de
aplaudir y de ir a las urnas que también tiene su importancia.
Nadie sabe cómo será el día
en que podamos salir a la calle. Y lo peor, nadie sabe cuándo. He leído algo
sobre un “pasaporte” de inmunidad. Se me ocurren un millón de situaciones que
confirman el por qué esto no es una buena idea. Y vienen a mí imágenes de la
memoria colectiva donde se separa a la ciudadanía, entre “buenos y malos”.
El miedo nos hace perder
libertades. Y el miedo es útil en cierta medida como método de supervivencia
pero no nos pasemos. El miedo también nos hace débiles y a veces nos esclaviza.
Deberíamos poner límites y poder opinar en cosas que van a cambiar nuestra vida
para siempre.
Me despido con la esperanza
de que estéis bien. Doy gracias a que todo esto nos pilla con la tecnología muy
avanzada y todos los ratos que paso conectada con gente aleja un poco los
fantasmas y las sombras. Podría ser peor. Un abrazo. Sed felices, aunque
cueste.