Todo cambia, nada permanece. No nos bañaremos dos
veces en el mismo río. El Ente deviene y todo se transforma en un proceso de continuo
nacimiento y destrucción al que nada escapa.
Y no lo digo yo, sino
Heráclito el Oscuro, un señor que dedicó su vida a pensar, a misantropear (sí,
ya se que este verbo no existe) y a confundir mis tardes domingueras, dejándome
una sensación de que es inútil lo que hagas y de “comprender que es imposible rebelarse contra el
devenir” como dice la canción.(Por cierto, la canción, por si alguien se lo pregunta es "El momento más feliz" de "La casa azul")
Pues este señor
tendrá mas razón que un santo. Y habrá pasado su vida pensando cosas profundas,
sin perder el tiempo mirando comedias románticas de Doris Day, pero aquí desde
el siglo XXI, le podría demostrar que hay cosas que no cambian. Por ejemplo, yo. Más que nada, situaciones que parecen repetirse como si estuviéramos atrapados en el tiempo.
(Dios mío, 15 líneas y dos referencias a cine tonto...tengo que decir en mi
defensa que a veces miro las películas que recomiendan los críticos de cine,
casi nunca las disfruto y creo que ellos tampoco, pero las veo, porque alguna
vez entenderé alguna y sabré que ha llegado mi cénit mental).
Pues eso, que sin entrar en detalles, diré al Sr.
Heráclito que soy muy capaz de tropezar una y mil veces con la misma piedra. Así
que debo suponer que yo, o más bien mi actitud escapa a ese cambio. Y no es que
no le ponga voluntad. ¡¡Yo quiero cambiar!! Me encantaría estar en una conversación
y decir exactamente lo que pienso.
Pero muchas veces me limito a asentir y no discutir. En mi cabeza se producen conversaciones paralelas, y tiendo a pensar, podría haber dicho esto, o esto otro...y debo decir que en mi cabeza acostumbro a ganar la batalla dialéctica.
Con lo bonito que es discutir. Defender tu punto de vista
con alguien que no grita ni se cierra en banda, aunque piense algo distinto que
tu. Creo que se está perdiendo este arte.