sábado, 1 de diciembre de 2012

Esos tiempos en que ganaban los buenos...


A muy temprana edad mi padre me dijo una vez que siempre ganaban los buenos. Teoría corroborada por las películas de “Sesión de Tarde” que normalmente eran Westerns. Una vez mi madre, por lo bajinis, me dijo “No te lo creas, los buenos ganan poco, lo que pasa es que tu padre tiene muy buena fe”.
Yo como buena Escorpio, decidí no hacer caso de lo que me decían ninguno de los dos y seguir investigando. Lo que pasa es que lo pregunté al cura que me preparaba para la primera comunión y claro, el sermón me desmontó del todo. También le pregunté si esos niños a los que ayudábamos en el “Domund” eran pobres porque no eran buenos. Después de poner los ojos en blanco, me contó que Dios premiaba a los buenos en su reino celestial. Naturalmente, tampoco entendí nada de nada. Pero en vez de insistir, decidí volver a buscar la solución en los libros. Por aquel entonces yo leía “Mujercitas”, y la escritora ñoña resultó estar de acuerdo con mi padre. Siempre ganaban los buenos. Unos pocos años después, mi libro de cabecera pasó a ser “Yo, Claudio” de Robert Graves, y ese señor le dio la razón a mi madre. Los buenos ganan poco. No encontré ningún libro que le diera la razón al cura.
Mis dudas, en la adolescencia se disiparon. Estar seguro de tus opiniones es lo mejor de esa edad. Pero mis incertidumbres volvieron multiplicadas, cuando empecé a pensar. Ahora mi estado es el desconcierto.
No estoy desconcertada. Soy una desconcertada. Porque pasado un tiempo con cierto estado de ánimo, ese estado de ánimo ya forma parte de tu ser.
Yo que crecí estudiando en EGB, que al ser tímida y no jugar demasiado en la calle, mis niñeras fueron esas películas americanas de Doris Day, y esas españolas de Tony Leblanc y Conchita Velasco. Yo que casi crecí en el sueño americano. Y de verdad creí que habría un futuro dorado para mí y todos los de mi alrededor.
Un día me di cuenta del verdadero drama. No era la falta de futuro, sino la falta de interés en el futuro.
Vengo de una generación que heredó la tierra conquistada, pero que no fue  educada para conquistar. Y me siento un poco avergonzada de mi misma por no hacer más. Y me siento muy avergonzada cuando veo que se pierden los derechos por los que mi padre lleva luchando toda su vida. Puede que los buenos no siempre ganen, pero ahora se una cosa. Los buenos luchan. Aunque sepan que van a perder, porque el triunfo está en la conquista, en la fe, en saber que vas a la cama habiendo hecho del mundo un lugar mejor.
No se que haré con mis dudas y mi desconcierto. Supongo que intentar que no me dominen. Y empezar a conquistar mundos. Sin grandes gestos, en primer lugar, porque no sabría como hacerlos y después, porque al fin y al cabo, los pequeños gestos sumados se convierten en grandes.






2 comentarios:

  1. Esta reflexión que has plasmado merece más que un simple comentario que alguien pueda insertar.
    Sublime, Sofía. Como siempre (y en este caso más que nunca) el texto da que pensar. Después de leerlo, aquello que denuncias nos señala y nos sonroja. Sublime, insisto.
    Este texto merece mucho más que lo que pueda escribir ahora. Prometo un correo porque tu entrada, corta en extensión pero densa como el iridio encierra muchas reflexiones. Cuanta razón.
    Juan R.

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  2. Totalment d'acord amb tu. T'ha faltat esmentar un llibre que (no he llegit) i segurament li dona la raó al capellà: la biblia.

    Lluís

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