Vintage
Velvet se encendió un cigarrillo y entrecerró los ojos. Empezó a toser. Es lo
que tiene tragarse el humo. Pero así eran los años 40, y una mujer tiene que
hacer, lo que tiene que hacer. La mierda de los 40 es que aún no hayan
inventado el technicolor, y que Radio 3 aún no existía. Aunque verlo todo en
blanco y negro, le daba a la vida un tono de película de serie B. Ser un
personaje de ficción tenía sus ventajas. Vintage Velvet, era un nombre falso,
pero pensó que le quedaría bien. Muy de llevar medias de seda y el pelo
rojo. De tener piernas interminables y andar con tacones sin perder la
compostura. Porque eso lo haces llamándote Paca, y la verdad es que no es lo
mismo.
Conducía
un descapotable largo, de esos que siempre aparcan a la primera delante del
sitio donde tienes que ir. Sus planes inmediatos eran atracar el banco del
pueblo, robar una pequeña estatua en forma de halcón y enseñar a silbar a
Humphrey Bogart. Más adelante desde una isla del Caribe, bueno, o desde una
playa de Málaga, porque volar la ponía nerviosa, idearía un maléfico plan para
dominar el mundo.
Hacía
mucho calor. Como en todas las películas de gánsteres. Las buenas. Porque, en
serio… ¿Donde se ha visto la actitud chulesca con bufanda y guantes? No quedaría
creíble. Lo que sí queda creíble, es que al sentarse en la barra, empiece a
sonar una canción de jazz del bueno. Que dejen fumar en un interior o que
llevar sombrero y guantes para conducir sea “lo más”.
“Tienes
un mensaje, Velvet”. Lo dijo el camarero, con voz metálica mientras dejaba mi
Martini con un bol de cacahuetes delante de mí. Miré la copa. Y con ilusión
miré los cacahuetes. No debía. Había tenido una gripe estomacal y aunque no había
bebido más que “Aquarius” durante 48 horas, me había saltado una semana de
gimnasio, y esos cacahuetes eran la
bomba que se pone inmediatamente en el Michelin, para estallar el primer día
que te pruebas el biquini. Además yo no bebo Martini. Y no recuerdo ningún
garito que deje fumar en la barra. Por lo menos en este siglo.
El
mensaje del camarero, era claro. O apagas el cigarrillo o te echo. Que poco
críptico.
El jazz
no era jazz. Era Enrique Iglesias berreando, que la verdad, poca vergüenza hay
que tener para cantar semejantes memeces, ¡Por Dios!
Pues
sí, que he pasado una gastroenteritis que me ha dejado KO durante unos días,
dormitando y hablando con Satanás, así a ratos alternos.
Pero
miremos hacia adelante con ilusión, que llega Abril, el mes de las lluvias, de
las mentiras y de Sant Jordi. Me despido de vosotros unos días. Mientras tanto
sed felices.
“Besos,
abrazos, carantoñas y achuchones múltiples para todos” Va por ti Cifu.