No sé si alguien se ha dado cuenta ya, pero estamos involucionando. Esta semana se ha aprobado la polémica y maligna
#leymordaza. Y sé que os preguntáis: ¿en qué va a afectarme a mí?
Pues depende, si eres el perfil de
persona que se levanta con ganas de ver el resumen de “Supervivientes” o vas a
las discotecas a saludar a los tronistas de “HMYV”, en nada. Tú a lo tuyo. Si
este no es tu caso, en todo. Desde ahora protestar es ilegal. No hagas fotos a
los policías, no te manifiestes cerca del senado o congreso, no participes en
sentadas ni ofrezcas resistencia pacífica, ni protestes contra los desahucios.
Mejor cállate. Sé gris. No pienses y sé feliz. Si puedes.
Creo que ya lo he contado antes, pero de
pequeña mis padres me llevaban de manifestaciones. Tenía tan asumido que era
una medida de presión, que una calurosa tarde de julio, organicé una para pedir
un helado de postre. Mis primos, mi hermana y yo armados con hojas de libreta
“marchamos” desde mi habitación al comedor gritando “Hace calor queremos un
polo”. Nunca el Popeye de naranja me supo tan bien. A victoria. A haberme
ganado el derecho a saborearlo.
Pero hoy, los niños crecerán con ciertos
recortes de derechos. Y lo malo es que se acostumbrarán a pensar que las cosas
son así y no pueden cambiarlas. Lo dijo alguien, no sé quien, pero es peor el
que no hace nada ante una mala acción que quien la perpetra. Allá nosotros y
nuestra conciencia.
Estoy de vacaciones, y durante este
tiempo no leo periódicos ni miro noticias, aún así, este año, los atentados, la
crisis griega y la ley mordaza, me han impedido desconectar.
Aunque, siempre atenta a las ganas de
disfrute, me escapé al cine a ver “Ahora o nunca” vehículo de lucimiento de
Dani Rovira. No pude evitar compararla con “Airbag”. Y naturalmente salió
perdiendo. Aquí también veo que hemos involucionado. Es ese humor blanco, donde
un chico hace lo que puede por llegar a su boda. Pero sin transgresión, con
chistes aptos para casi todos los públicos. Sin chispa. En cambio en “Airbag”, había una despedida de soltero en un puticlub, y salían mafiosos, drogas y
naturalmente infidelidades. Recordemos donde se alojaba el anillo de que
buscaban los protagonistas.
Conclusión, que nos hemos suavizado. No
es que defienda el humor soez, pero si ni tan siquiera el humor es capaz de
atravesar ciertos límites, ¿qué será de nosotros? Estamos a punto de
convertirnos en secundarios de una película de Paco Martínez Soria, como dijo
mi hermana sabiamente.
Os dejo, sigo mis vacaciones, caminando
por los magníficos caminos y vericuetos de la #valldeboí, tomando alguna caña
en la terracita al anochecer, quejándome del calor y esas cosas. Voy a
aprovechar estos días que son como una siesta, un paréntesis de la vida misma.
Después seguiré leyendo el periódico cada mañana, y poniéndome las manos en la
cabeza, atenta a esta extraña involución que me ha tocado vivir, y pensando en cómo
ponerle remedio. Sed felices.
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