Siempre he creído que la
felicidad es algo demasiado valioso como para ponerlo en manos de alguien que
no seas tú. Nuestra felicidad es una caja con material sensible y que debe ser
manipulada sólo por nosotros. Hoy me he despertado feliz. Seguro que gracias al
sueño que he tenido, el cual no recuerdo en absoluto, pero ha cumplido la función de poner mi cerebro en forma para
empezar la semana. Es verdad que por mi mente al segundo de despertarme ha
pasado un pensamiento fugaz y llameante como un rayo en verano: “Que día tan
fantástico, a ver cuánto tarda alguien en estropearlo”. Y después he pensado,
pues no te dejes. De momento lo estoy consiguiendo. No odio especialmente los
lunes. Los considero una libreta por estrenar. De hecho había puesto ciertas
esperanzas en esta libreta nueva, ya que la vieja acabó un poco hecha polvo al
terminarla. Pero estoy en fase “wait and see”. Así que voy a dejarme
sorprender. Aunque no odie los lunes, es verdad que suelo mirarlos de reojo por
aquello de “a ver con que me sales hoy”. Pero más que nada por el mal humor de
la gente a mi alrededor.
Esta mañana, mientras tomaba
café y leía las noticias, me ha llegado un mensaje que me ha hecho ilusión. Era
un paisaje de una puesta de sol. Resulta
que era de Sitges, mi lugar fetiche y he pensado que era un buen presagio. Dudo
que quien me lo ha enviado me conozca lo suficiente como para saber que este
lugar es especial para mí. Pero tampoco sabe el momento oportuno en el que ha
llegado. En medio de las noticias nefastas del día, la puesta de sol naranja
era como un recordatorio de que en el mundo aún existe la perfección.
Para mí, lo bueno de nuestra
era, es la ventana al mundo que suponen las nuevas tecnologías. Hace poco
hablaba con una amiga que está en la fase inicial de un enamoramiento que
empezó de forma telemática. Comentamos lo fácil que le ha resultado llegar a
cierto nivel de intimidad gracias a la mensajería instantánea. Sí, el progreso
a veces no es tan distópico como solía creer de pequeña. Aún así, debo
reconocer que las nuevas tecnologías me han hecho conocer más al ser humano. Y no
siempre para bien. Si ayer te dabas una vuelta por twitter te llevabas las
manos a la cabeza ante las hordas enfurecidas, que antorcha en mano, pedían
pena de muerte a la asesina del niño de Almería. También la cosa derivaba en
comentarios racistas y en contra de la inmigración. A veces internet puede
abrir las puertas del infierno y dejar que los demonios se paseen libremente por
las redes. Ayer twitter era un cajón de sastre donde todo cabía: dolor,
decepción, odio y venganza. Pero no quiero hablar del tema. No suelo entrar en
juicios paralelos y creo que todo debe seguir en manos de la justicia.
Naturalmente todo es bueno y
malo a la vez, siempre depende del uso que le des.
Si antes he comentado que
hoy una foto me ha alegrado el día, debo reconocer que soy más que adicta a las
palabras que lo hacen. Hay frases que recibes y se quedan contigo muchas horas,
actuando como amuleto contra todo lo malo, también de noche duermen en tu
almohada ahuyentando las pesadillas que te amenazan. Es curioso que el ser humano tenga tanto poder. Estás a un click de alegrar el día a alguien o de
arruinárselo. Depende sólo de ti. Pero hoy voy a focalizar lo bueno. A pesar de
todo. De que aún haga frío y de que mañana será martes y 13. De que el hombre sigue siendo un lobo para el hombre. Pero al mismo tiempo, debo
recordarme a mí misma que también está lo que brilla. Lo que vale la pena de
verdad. La luz de primavera. Los “te quiero”. Los cafés con charlas
interesantes. Las fotos inesperadas. Las canciones que te hacen sacar el
móvil para saber de quién son. Los momentos en que ves algo que crees que el mundo entero se acaba de perder y te sientes privilegiada, como si hubieras abierto una ventana a lo escondido. Y el azar que a veces, sólo a veces te trae sorpresas que cambian el rumbo de tu día o de tu vida.
La felicidad no es complicada, sólo que a menudo no la dejamos entrar. Como se que absolutamente nadie escucha la música que cuelgo, he decidido poner algo que al menos a mí, me pone de buen humor. Nina Simone y “feeling
good”. Sed felices.
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