Si hace unos días culpaba al
calor de mi apatía general, ahora pienso culpar al verano (se me termina el
chollo) de las cosas en que ocupo mis ratos de ocio. Aprovecho cualquier excusa
para que todo sea un poco más luminoso y festivo. ¿Otra caña? ¿terracear hasta
las mil? ¿granizado de Bailey’s? ¿Cantamos a Miley Cyrus en el coche? ¡Claro
que sí! Al fin y al cabo es verano.
Pues además lo que también
hago es entrar en todos los enlaces y encuestas de facebook. He descubierto que
si fuera un villano de Marvel sería “Loki”, si fuera un personaje de Big Bang
Theory sería “Penny”, mi ciudad ideal para ir de vacaciones es Buenos Aires y
mi festival veraniego sería “Coachella”. ¡JA! Mi villano de marvel favorito es “Grandmaster”,
mi personaje de Big Bang sería una mezcla de Rajesh y Bernadette, mi ciudad
ideal para ir de vacaciones es París y mi festival veraniego de música
cualquiera en el que toquen algo de jazz. Vale, aunque sean estandards, no nos
vamos a poner finos.
También he entrado a links
motivacionales y de decoración. Y aquí sí ha llegado el desastre. Tanto en “cosas
de las que deshacerte para ser un poco más feliz” como en “consejos para una
casa zen” daban el consejo de echar de tu casa los libros que ya habías leído. Dicen
que los libros son nidos de polvo y ácaros y que ahora hay que ponerse al día y
leer en tablet. Olé tú.
Mientras mi yo interior,
nada zen en ese momento, se vestía de pueblerina medieval, antorcha en mano y
gritando “Sacrilegio” iba a quemar a los autores de esos artículos, me recordé
a mí misma que la gente que leemos no solemos quemar así a lo loco.
Y como la gente que leemos
hemos desarrollado la tolerancia y la empatía, empecé a tener pena de los
autores y de los pobres idiotas que sigan su consejo.
Un libro que ya has leído es
algo especial. Habéis compartido un viaje juntos. Te ha presentado a gente que
nunca hubieras conocido dentro de una casa zen. Y es una puerta a bosques,
países lejanos verdaderos o inventados, universos paralelos y reinos malditos. Y
le debes un respeto. Cuando terminas un libro que ya has leído tienes una
responsabilidad con él. Puedes dejarlo o regalarlo a alguien que sabes que lo
va a cuidar. Aunque si te gusta es posible que un día sin más lo cojas y lo
releas. Muchas veces. O simplemente abras una página al azar y recuerdes todo
lo que has vivido, como un viejo amigo al que no ves pero sabes que sigue
siendo tu amigo.
¿Y que hay de las visitas a
las bibliotecas? ¿o a las librerías? ¿Y los libros de segunda mano? Esos que
tienen en su interior las energías y emociones de la gente que los ha leído
antes. ¿Cómo han acabado allí? A lo mejor sus dueños querían una casa sin polvo
y muy zen.
Debo ser honesta y confesar
que tengo un “ereader” y suelo leer en él. Pero en mi defensa diré que también
suelo arruinarme en las librerías cada vez que entro. Y que nada es comparable
al aroma del libro. Viejo o nuevo. Deberían probar de embotellarlo. Junto con
el petrichor serían mis aromas favoritos.
Otro de los puntos en contra
de leer en las tablets y los ereaders es que ya no hay interacción entre
lectores. Muchas veces he tenido conversaciones interesantes entre los
desconocidos del bus, de la mesa de al lado del café o de alguna fila en la que
he tenido que esperar. Ver las tapas del libro es una invitación a la charla.
Ver a alguien a quien le gusta el mismo libro que a ti es ver a alguien con
quien seguramente te llevarías bien.
Os animo a regalar libros, a
comprar más, a coleccionarlos o regalarlos. Pero no los abandonéis, ellos nunca
lo harían.
Os dejo hasta la próxima. Prometiendo
volver a la normalidad una vez pasado el verano. Y os dejo con una canción que
me gusta y que estaba escuchando ahora mismo. Sé que sabréis perdonarme. Sed felices.