miércoles, 26 de mayo de 2010

Sentir

Hay cierto protocolo a seguir al leer un cuento de hadas. Al igual que al ver una película, una serie de televisión o leer un libro. Todo tiene su ritual. Primero hay que ser plenamente consciente de que todo puede suceder. Después hay que ser valiente y dejarse llevar por la historia. Y siempre hay que empatizar con los personajes.
De pequeña, yo empecé a identificarme con la princesa del cuento. Pero me duró poco. El príncipe era quien corría las aventuras, montaba a caballo y conocía países lejanos. Cuando ya fui un poco mayor entendí que quien yo quería ser era el hada madrina o la bruja. ¿Por qué? Pues porque ellas eran las conocedoras de los secretos. Ayudaban, guiaban (para bien o para mal) a los personajes de la historia. Y siempre parecía que sabían algo que no contaban.
En pleno nudo de la historia, ya posicionados, apoyando a nuestro bando, sabemos que todo terminará bien, pero aún queda la batalla final. Y por supuesto, estamos nerviosos. Ansiosos por entrar en combate, curiosos por conocer nuestro destino.
El desenlace. El hada ayuda al bueno. El príncipe salva a la princesa y se casan. Los malos mueren o se arrepienten. Todos esperamos eso.
¿Qué ocurre cuando los finales nos sorprenden? Cuando los buenos no son tan buenos, cuando los malos sólo son fieles a ellos mismos y actúan según las circunstancias.
Series como "Los Soprano" y esta misma semana "Perdidos" terminan diferente. No nos mastican el "Happy End" al que estábamos acostumbrados. No hay "Deus ex machina". A veces los malos quizá no son tan malvados, (para juzgar a alguien deberíamos caminar mil pasos con sus zapatos como dice el sabio). En algunas ocasiones los buenos mueren.
Ya lo dijo Virginia Woolf. El poeta debe morir. Y es que a veces, esa es la única manera de que los que quedamos aquí, apreciemos la vida.
Aún quedan muchos cuentos de hadas por vivir. Algunos acabarán bien, otros no. Mi consejo es que te embarques en otra aventura. Elige ser príncipe, pirata, princesa, bruja o mafioso. Libra batallas. Gana y pierde. Lee, mira, llora y ríe. Siente. Vive todas las vidas que la ficción te ofrece. 
Al final, sin darnos cuenta, la ficción se pega un poco a nuestra alma, y eso la hace grande.

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