viernes, 17 de diciembre de 2010

Felices fiestas.

Todos esperamos que ocurran milagros. Aunque no creamos en ellos. Todos hemos pedido alguna vez un deseo a una estrella fugaz, a las velas del pastel de cumpleaños o tirando una moneda a una fuente.


Se me ocurre que cada año en diciembre la fe en los milagros se multiplica por el infinito. Puede que no seamos católicos y no pongamos un belén en nuestro comedor. Incluso puede que no adornemos nuestro balcón con lucecitas intermitentes y Papas Noel a punto de cometer un delito de allanamiento; pero seguramente hemos elegido el regalo que nos gustaría recibir, estamos a punto de ir a una cena de empresa o a una comida familiar, tendremos algún día extra de fiesta, y como mínimo, hasta el más anti-navidad acabará brindando por las fiestas.



Si pudiera medirse, seguro que el estado de ánimo de nuestro planeta a la hora de comer del 25 de diciembre sería optimista y esperanzado. Hasta al corazón más frío se le escapa una sonrisa. Con los tiempos que corren tendríamos que poder guardar un poco de este optimismo para todo el año. Toda esa buena energía...¿hacia dónde va?

Más allá de las listas materiales ¿qué son las cartas a los Reyes Magos o a Papá Noel si no que una lista de deseos?

Así, lo que es intangible se convierte en lo más importante.

Estas fiestas, no importa cuales sean tus creencias, deseo que vuelvas a creer en lo imposible, porque la Navidad al fin y al cabo es un estado de ánimo.

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