lunes, 15 de noviembre de 2010

Tiempo de elegir.

“El hombre tiene el derecho a votar, la mujer tiene el deber de votar”. Mi madre dixit. Desde que recuerdo haber oído hablar de elecciones, en mi familia siempre ha existido la obligación moral de ir a votar.

“Vota a quien tu quieras, pero vota”. Eso queda estupendo en el papel. Pero en la práctica me lo ponen difícil.

Primero, mi padre es ante todo un hombre político. Respeta a la gente que defiende sus ideas (Vale, los respeta mucho más si las ideas que defienden son parecidas a las suyas no nos vamos a engañar, pero a estas alturas...¿quién no?).

Yo me he dedicado a escudriñar los programas electorales. Aunque para ser realista, se que mi voto será de por vida genético, me imagino que si un día quisiera votar a las derechas las moléculas de todo mi ser, y la parte genética que he heredado de mi padre se revolucionaría y provocaría la autodestrucción., vaya cuadro, ahí con el presidente de mesa y los dos vocales mirando como mi papeleta flota en medio de una humareda negra... (¿alguien ha pillado la referencia de Lost?).

A lo que iba, he estudiado los programas, en serio, lo hago cada vez que vienen elecciones. Y he decidido que votemos a quien votemos nos espera un futuro más dorado que la diosa fortuna del anuncio de la lotería de navidad. Hay que ver la de mejoras que nos esperan. Yo creo que más que políticos en realidad son reyes magos encubiertos. Si es que en el fondo son todos buena gente. Vale que algún anuncio de algún partido político, que nos mete el miedo en el cuerpo (en plan si no ganamos viene el paro, el hambre, las barricadas, y lo que vendría a ser el fin del mundo...), pero yo estos me los salto, que a mi las películas de terror no me dejan dormir de noche.
La otra noche me quedé dormida con la tele puesta, en un debate pre-electoral, y soñé que llegaba a una ciudad del lejano oeste, (del americano, se entiende, no se me sitúen ahora en Badajoz y nos liamos) y en medio de la calle los vendedores de lociones milagrosas para el dolor, crecepelos y pomadas para alejar malos espíritus me perseguían intentado colocarme sus productos con más insistencia que los vendedores del Gran Bazar...



La verdad es que añoro la época en que creía en la política y en los políticos... y creía en ellos al mismo tiempo. Las charlas de café que duraban horas, arreglando el mundo, la pegatina de Nicaragua Sandinista en mi carpeta, al lado de la de Michael J Fox, la ilusión que me hizo la primera vez que fui a votar...que lástima que el tiempo me ha hecho creer en las cosas por separado: el sexo no siempre viene acompañado del amor, los buenos finales no son siempre los más felices (aunque yo los prefiero así) y aunque yo siga votando y la política esté muy bien, los políticos no tanto...

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