A muy temprana edad mi padre me dijo una vez que siempre
ganaban los buenos. Teoría corroborada por las películas de “Sesión de Tarde”
que normalmente eran Westerns. Una vez mi madre, por lo bajinis, me dijo “No te
lo creas, los buenos ganan poco, lo que pasa es que tu padre tiene muy buena
fe”.
Yo como buena Escorpio, decidí no hacer caso de lo que me
decían ninguno de los dos y seguir investigando. Lo que pasa es que lo pregunté
al cura que me preparaba para la primera comunión y claro, el sermón me
desmontó del todo. También le pregunté si esos niños a los que ayudábamos en el
“Domund” eran pobres porque no eran buenos. Después de poner los ojos en
blanco, me contó que Dios premiaba a los buenos en su reino celestial.
Naturalmente, tampoco entendí nada de nada. Pero en vez de insistir, decidí
volver a buscar la solución en los libros. Por aquel entonces yo leía
“Mujercitas”, y la escritora ñoña resultó estar de acuerdo con mi padre.
Siempre ganaban los buenos. Unos pocos años después, mi libro de cabecera pasó
a ser “Yo, Claudio” de Robert Graves, y ese señor le dio la razón a mi madre.
Los buenos ganan poco. No encontré ningún libro que le diera la razón al cura.
Mis dudas, en la adolescencia se disiparon. Estar seguro de
tus opiniones es lo mejor de esa edad. Pero mis incertidumbres volvieron
multiplicadas, cuando empecé a pensar. Ahora mi estado es el desconcierto.
No estoy desconcertada. Soy una desconcertada. Porque pasado
un tiempo con cierto estado de ánimo, ese estado de ánimo ya forma parte de tu
ser.
Yo que crecí estudiando en EGB, que al ser tímida y no jugar
demasiado en la calle, mis niñeras fueron esas películas americanas de Doris
Day, y esas españolas de Tony Leblanc y Conchita Velasco. Yo que casi crecí en
el sueño americano. Y de verdad creí que habría un futuro dorado para mí y
todos los de mi alrededor.
Un día me di cuenta del verdadero drama. No era la falta de
futuro, sino la falta de interés en el futuro.
Vengo de una generación que heredó la tierra conquistada,
pero que no fue educada para
conquistar. Y me siento un poco avergonzada de mi misma por no hacer más. Y me
siento muy avergonzada cuando veo que se pierden los derechos por los que mi
padre lleva luchando toda su vida. Puede que los buenos no siempre ganen, pero
ahora se una cosa. Los buenos luchan. Aunque sepan que van a perder, porque el
triunfo está en la conquista, en la fe, en saber que vas a la cama habiendo
hecho del mundo un lugar mejor.
No se que haré con mis dudas y mi desconcierto. Supongo que
intentar que no me dominen. Y empezar a conquistar mundos. Sin grandes gestos,
en primer lugar, porque no sabría como hacerlos y después, porque al fin y al
cabo, los pequeños gestos sumados se convierten en grandes.