He vuelto hace cinco metafóricos minutos de un viaje en
forma de “roadtrip” con mi hermana. He visto cosas preciosas, como la luz anaranjada
del atardecer reflejada en la catedral de Burgos.
El banco más bonito del mundo mientras amanecía. El
Capricho de Gaudí, esa casa que el pobre Máximo Díaz de Quijano sólo pudo
disfrutar una semana antes de morir. El museo de Altamira, con su “neocueva”,
esa copia de la original muy bien explicada y que me planteó algunas dudas que
han hecho mi existencia más interesante. Porque al fin y al cabo, ¿qué es de
nuestra vida si no dudamos?
También he visitado el Guggenheim, donde me emocioné
delante de algunos cuadros y me dejaron fría otros. Lo siento, Tapies sigue sin
transmitirme nada. Destacable la videopresentación “Suspiro” de Sam
Taylor-Johnson, que me puso la piel de gallina y casi me hizo soltar una
lagrimilla de absoluta felicidad. Por cierto, también visité el museo de la
Inquisición de Santillana del Mar y salí un poco mareada. Por la bestialidad de
los humanos. Creo que esa es la confirmación de que el hombre lleva la
crueldad muy dentro.
Y pensando mucho en todo lo vivido durante el viaje, voy
a atarlo con una conversación que tuve antes de salir. En una mesa animada por
cañas fresquitas, estuvimos hablando sobre qué es la felicidad. Pues, para mí,
la felicidad son momentos, puede que recuerdos, porque a veces la felicidad
viene en formato de pasado. Mi felicidad estos días ha sido la experiencia. La
conexión con los humanos en forma de obra de arte. Andy Warhol no pudo nunca
imaginar al pintar su obra “Sombras” que me dejaría sin habla. Gaudí, no sabrá
jamás que sus ventanas “musicales” me harían sonreír. El señor que pintó un
bisonte en Altamira, quien fuera que escribiera el manuscrito Voynich, y el inventor
de la cerveza, nunca podrán saber que me han proporcionado algunos de mis
mejores momentos.
Por cierto, a destacar las tertulias nocturnas de este
verano, donde he pasado alguno de los ratos más interesantes y divertidos. Y es
que los momentos vienen así, y se quedan contigo en el frío invierno para
calentar el ánimo cuando éste decae.
Os dejo, que se hace tarde. Sed felices, si sabéis cómo.
Os dejo con un grupo que aunque suene melancólico a mí siempre me hace feliz.
Marlango.
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