lunes, 12 de septiembre de 2016

La ruta de la felicidad.

He vuelto hace cinco metafóricos minutos de un viaje en forma de “roadtrip” con mi hermana. He visto cosas preciosas, como la luz anaranjada del atardecer reflejada en la catedral de Burgos.
El banco más bonito del mundo mientras amanecía. El Capricho de Gaudí, esa casa que el pobre Máximo Díaz de Quijano sólo pudo disfrutar una semana antes de morir. El museo de Altamira, con su “neocueva”, esa copia de la original muy bien explicada y que me planteó algunas dudas que han hecho mi existencia más interesante. Porque al fin y al cabo, ¿qué es de nuestra vida si no dudamos?
También he visitado el Guggenheim, donde me emocioné delante de algunos cuadros y me dejaron fría otros. Lo siento, Tapies sigue sin transmitirme nada. Destacable la videopresentación “Suspiro” de Sam Taylor-Johnson, que me puso la piel de gallina y casi me hizo soltar una lagrimilla de absoluta felicidad. Por cierto, también visité el museo de la Inquisición de Santillana del Mar y salí un poco mareada. Por la bestialidad de los humanos. Creo que esa es la confirmación de que el hombre lleva la crueldad muy dentro.
Y pensando mucho en todo lo vivido durante el viaje, voy a atarlo con una conversación que tuve antes de salir. En una mesa animada por cañas fresquitas, estuvimos hablando sobre qué es la felicidad. Pues, para mí, la felicidad son momentos, puede que recuerdos, porque a veces la felicidad viene en formato de pasado. Mi felicidad estos días ha sido la experiencia. La conexión con los humanos en forma de obra de arte. Andy Warhol no pudo nunca imaginar al pintar su obra “Sombras” que me dejaría sin habla. Gaudí, no sabrá jamás que sus ventanas “musicales” me harían sonreír. El señor que pintó un bisonte en Altamira, quien fuera que escribiera el manuscrito Voynich, y el inventor de la cerveza, nunca podrán saber que me han proporcionado algunos de mis mejores momentos.
Por cierto, a destacar las tertulias nocturnas de este verano, donde he pasado alguno de los ratos más interesantes y divertidos. Y es que los momentos vienen así, y se quedan contigo en el frío invierno para calentar el ánimo cuando éste decae.

Os dejo, que se hace tarde. Sed felices, si sabéis cómo. Os dejo con un grupo que aunque suene melancólico a mí siempre me hace feliz. Marlango.


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