Segunda entrada del mes en que voy a hablar de lluvia, pero qué queréis estamos en Abril.
No
sé que tiene la lluvia de primavera que me encanta. Creo que el mundo está
dividido entre las personas que levantan la persiana y piensan: “¡Mierda,
llueve!” y las que son como yo, que levantamos la persiana y disfrutamos de las lágrimas tras el cristal. Las personas como yo, aprovechamos la
lluvia para hacer limpieza. El agua que cae del cielo en forma de diminutas
gotitas te deja el alma brillante como si fuera de domingo por la mañana. Cuando
llueve, tiendo a la introspección, dejo mi acostumbrado café y me paso al té,
es algo que me viene de cuando leía Sherlock Holmes de adolescente. También hay
películas de esas de manta y sofá que se viven diferente con banda sonora de
lluvia. Una de mis preferidas cuando llueve es “Cosas que nunca te dije” de
Isabel Coixet. Claro que esa también la asocio con un helado Hagen Dasz. Pero tendréis que verla para saberlo.
Los
días lluviosos tienen un ritmo distinto. Las instrucciones para disfrutarlos
son ignorar los comentarios a tu alrededor. Porque aunque llueva, la vida sigue
y no puedes quedarte en casa viendo pelis o tomando té y escuchando a Leonard
Cohen. Tienes que ir a trabajar, y sacudirte los pies cada vez que entras en un
sitio, mirar con pena tu coche recién lavado (eso a mí me pasa poco, lo suelo
llevar siempre lleno de polvo), y no alisarte el pelo (eso tampoco es un
problema). Pero hay una sensación que gana a todas las quejas del mundo. Estás
en la calle, no tienes paraguas y empieza a llover, te mojas y entras a una
cafetería, al trabajo, a tu coche o a un supermercado, y de repente te sientes
seguro y confortable. Sí, la lluvia nos regala sensaciones que no sabemos
apreciar, por eso tiene tan mala prensa. No es que me guste toda la lluvia, me
gusta cuando llueve bien. Sin prisa, con lentos acelerones de agua y después del trueno y el relámpago, la calma.
Como si fuera un concierto de jazz, desordenado e improvisado. Me gusta también
cuando llueve lento, como si fuera el principio de una canción que sabes que te
va a gustar. Pero lo que más me gusta de la lluvia, es que después siempre sale
el sol. Y luego viene ese aroma a tierra mojada el llamado "Petricor", imposible de embotellar, en serio, se ha intentado. Si sois más
atrevidos os aconsejo que os dejéis empapar por la lluvia y que ésta se lleve
todas vuestras dudas.
Hoy
hay previsión de cielos nublados y agua, en vuestra mano está disfrutarlo o no.
Os dejo con la canción que lleva en mi cabeza desde ayer por la noche. Y que
paradójicamente sueña con el sol californiano. Sed felices, aunque llueva.