Hoy por la mañana he tomado
un café con el invierno. Hemos hablado seriamente, estaba deprimido porque sabe
que debe marcharse y no quiere. He intentado animarlo diciendo que el año que
viene lo esperaré con chocolate caliente y nubes el mismo 21 de diciembre, pero
me ha mirado a los ojos y me ha dicho: no seré el mismo, para que lo entiendas
es como cuando el Doctor Who se regenera, es él mismo pero no lo es. Y me ha
dado pena. Es verdad que espero que venga la primavera pero siempre me ponen
triste las despedidas. Hemos sacado el álbum de fotos y hemos recordado nuestros mejores momentos. Mis bufandas, los copos de nieve, la Navidad, la lluvia al
salir del cine los sábados, la sensación de ducharte con agua caliente cuando
llegas a casa, los pijamas de franela y los cielos azules cuando sopla el viento.
Se ha puesto nostálgico y me ha preguntado qué ha hecho mal. Le he dicho que
nada, aunque se ha pasado un poco con el frío. Sólo quería hacer bien mi
trabajo. Ya, pero a veces no estamos preparados para reconocer tus esfuerzos y
no los sabemos apreciar. Se ha callado y ha tomado un largo sorbo de café. Voy a
seguir por aquí esta semana. Lo sé, le he contestado. Y he visto como miraba
fotos de la primavera. Me he temido lo peor. Lo siento, lo vuestro es
imposible. Si te quedas con ella acabaremos odiándoos a los dos. La primavera
debe florecer, dejarnos guardar los jerséis grises y ponernos camisetas de
colores. Debe darnos luz y tú eres oscuridad. No la seduzcas o la destruirás.
A ti antes te gustaba la
oscuridad. Su acusación me ha sorprendido. He reconocido que tiene razón, pero
llevo una temporada en que me encanta la luz.
Nos hemos mirado sin decir
nada más y me ha besado fugazmente en los labios, donde se ha quedado un copo
de nieve que guardaré siempre en la memoria. No volveremos a hablar, le he
dicho. No volveremos a hablar, ha repetido casi mecánicamente. No ha partido aún
y sé que durante unos días intentará hacerse amante de la primavera, mañana
tendré que hablar con ella para que no se deje. La seducción a veces puede hacer
que pierdas el eje de tu vida y el invierno es sabio y astuto como un viejo diablo. Espero que se decida y se marche en tren, nada es tan especial como ver un paisaje frío desde la ventana de un tren.
Pero como los humanos
sabemos como mirar hacia delante, he sacudido mi nostalgia como si fueran migas de pan en mi vestido y he consultado mi programa
para esta semana. Mañana día 20 de marzo celebramos no sólo el equinoccio
primaveral sino también el día internacional de la felicidad. Hay que ser feliz
mañana, aunque sólo sea para cumplir con la agenda. Y el día 21 será el día de
la poesía. Y todo nos parecerá un poco mejor. Las musas nos mirarán desde lejos, escondidas entre las flores rosas de los cerezos en flor y dejarán ahí colgadas
las palabras para que los poetas las recojan bajo los árboles.
Y es que como todos los
principios me encantan, tengo serias esperanzas con la primavera. Un par de datos técnicos para que saquéis algo de provecho de la lectura. No todos los
países pueden disfrutar de esta estación, sólo los que estamos en la zona
templada del planeta. La primavera se llama así desde después del Siglo de Oro,
cuando llamaban “Primo vere” (el primer verde) al pre-verano. Y para mí, lo más
importante es que la luz ha vencido. Como debe ser.
Os dejo esta semana con
deberes varios; quiero que hagáis algo agradable para despedir al invierno y
quiero que os vistáis de gala, al menos anímicamente para dar la bienvenida a
los nuevos comienzos, que busquéis algo que os ponga de buen humor y que os
paréis a mirar el paisaje. Volad cometas, perdeos en un bosque, celebrad la
fiesta del color y del amor como en la India o brindad conmigo. Os dejo con una
canción de Pau Vallvé, escogida nada aleatoriamente y distinta a todo lo que suelo colgar. Y me
despido hasta la próxima, esperando que aprendáis a ser felices.