Acabo de leer que las
cabinas telefónicas ya no son obligatorias en las ciudades. Y que corren el riesgo de desaparecer. Y me ha afectado un poco. Aunque
no recuerdo la última vez que hablé por un teléfono público y la verdad es que
hace siglos que no veo ninguna en la calle, han venido a mi mente un montón de
recuerdos.
El primero, cuando fui una “au
pair” en Dublín y al salir a pasear llamaba a casa a cobro revertido para oír
una voz conocida. Una llamada de cuando mi hermana estaba frente al Duomo de
Milán y se acordó de mí porque yo le recitaba el tema cuando estudiaba para la
selectividad. Ese gesto involuntario de mirar si había sobrado alguna moneda
aunque la llamada ya se había cortado porque el dinero había terminado. He
recordado lo que me costó ver una cabina roja típica en Londres, fue el segundo
día creo y estaba cerca del Big Ben. Y por supuesto he recordado la cabina con nombre propio, más grande por dentro, azul, nave espacial y máquina del tiempo del “Doctor Who”.
Los tiempos cambian y
nosotros con ellos. Y me doy cuenta de lo mayor que soy por la de cambios que
he vivido en mi vida. Ahora me parece imposible salir a la calle sin mi móvil. Me
parece imposible no entrar en Facebook o ver las fotos de Instagram y descubrir
que hacen mis amigos.
E imagino que me encuentro
con mi yo de pequeña y le digo, vas a ver cosas increíbles buenas y malas,
aprende de todas y no dejes de maravillarte. Porque cuando yo miraba la tele en blanco y negro, lo más parecido a un móvil era el zapatófono del “Agente 86” o los
guantes del “Inspector Gadget”.
Casi todo lo que antes era
ciencia ficción ahora es realidad. Es más, muchas veces supera la realidad. Y
todos nos vamos adaptando a estos cambios casi sin darnos cuenta. Creo que la
esperanza de vida ahora es más larga, ya no por la buena alimentación y la
mejora de la calidad de vida que tenemos, sino porque en el fondo todos estos
avances nos obligan a estar alerta, a no dejar de aprender. Y mientras
mantengamos las ganas de aprender seremos eternamente jóvenes.
“Jóvenes” con ataques de
nostalgia, como yo al leer que las cabinas de teléfono desaparecerían.
Pero se nos pasará enseguida, es un sentimiento un poco falso ya que no querríamos volver atrás y porque inventarán nuevas cosas que nos dejarán entusiasmados y que aceptaremos
como cotidianas al poco tiempo. Aunque eso también sea un arma de doble filo. Quizá
sería necesario recordar que no siempre todo ha sido así de “fácil”. Y no
dejarnos embriagar por las luces fluorescentes de la pantalla. Porque no todos
los cambios son buenos. Y también nos acostumbraremos a estas situaciones
sin protestar demasiado, en nombre de la
modernidad.
De hecho en China han
decidido tomar ejemplo de la terrorífica serie “Black mirror” y poner un
sistema de puntuación al ciudadano. Dando beneficios a los mejor puntuados y
sancionando a los que tengan las puntuaciones más bajas. Así, se pretende, dice
el gobierno chino, animar al ciudadano a un comportamiento más cívico. Los
mejor puntuados podrán alquilar bicis sin dejar depósito, acceder a colas
prioritarias en hospitales o Bancos… los peor puntuados no podrán acceder a
cama en un tren nocturno, perderán el derecho a la seguridad social, no serán
considerados para ningún cargo público o alto puesto en los sectores de
alimentación y medicamentos y sus hijos no podrán acceder a las escuelas más
caras.
¿No os recuerda mucho al
primer episodio de la tercera temporada de la serie?
Aunque este tema se encuentra
en fase de desarrollo se prevé que hacia el 2020 sea obligatorio para todos los
ciudadanos.
A mí me ha parecido absolutamente
terrorífico. Es como el principio de una distopía. Una distopía penosamente real.
Pero hoy es hoy y estoy
decidida a centrarme en lo bueno. Y lo bueno es que brilla el sol y que como no
tenemos ninguna idea de lo que pasará mañana, lo mejor será imaginar lo
maravilloso y pensar que puede hacerse realidad. Os dejo con una canción que ha
sacado el siempre optimista Jason Mraz ahora que llega el buen tiempo para que la cantemos a gritos mientras viajamos en coche y que quiere que seamos felices y lo
tengamos todo. Así que esta vez Jason y yo os deseamos lo mismo. Sed felices.
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