Hace días que tengo a las
musas de morros porque no les hago demasiado caso. Y no se me ocurren temas
para escribir. Así que propongo un juego. Coge el libro que tengas a tu lado o
el que tengas más a mano. Abre una página al azar y lee la frase. Escribe sobre
eso. Si no quieres escribir, habla sobre
lo que has leído. Sin trampas.
“Con Himmler no era
necesario mantener conversación: siempre era él quien hablaba.”
El libro es “La cocinera de
Himmler” y a pesar de su buena crítica, lleva un tiempo cogiendo polvo en mi mesilla
de noche. No digo que sea malo, es sólo que a veces, hay momentos adecuados
para leer libros y yo no encuentro el momento para leer este.
Parece que a Himmler le
gustaba escucharse. A mí me encanta escuchar. Y guardar cada detalle de las
conversaciones que mantengo para ir catalogando a la gente. En mi cabeza hay un
extenso bloc donde voy apuntando cosas de mi interlocutor, como por ejemplo, ha
utilizado palabras que me halagan gratuitamente y no nos conocemos tanto. Desvía
la mirada cuando habla de su novio. Ha levantado un poco la ceja izquierda
cuando nos han presentado, desconfía de mí. O bien, ha abierto mucho los ojos,
quiere caerme bien. Dice que es el mejor en muchas cosas. Es una persona
insegura. Sólo habla de su familia. Cuando le he preguntado cómo está me ha respondido
con una conferencia de lo bien que le van las cosas, aunque no me ha preguntado
cómo estoy yo. Ha alabado mi blog la segunda vez que hemos hablado, alguien le
ha aconsejado que lo haga para caerme bien. O simplemente, me ignora, parece
que me escucha pero en el fondo está pensando en otra cosa. Me corta a mitad de
una frase, no me pregunta nada, da por supuesto cosas, juzga el precio de mis
zapatos…
Siempre he creído que la
gente es muy sincera, lo que pasa es que no sabemos leer lo que nos cuentan. No
estamos acostumbrados a prestar atención a las palabras que nos dicen, a los
gestos que hacen, hacia donde va su mirada al hablar de según qué temas. Es por
eso que a veces la gente nos engaña. Pero la verdad es que nos dejamos engañar.
Es nuestra culpa.
Todo eso viene porque acabo de leer que Himmler hablaba mucho de sí
mismo. Creo que la gente que habla mucho de sí misma, es gente fácil de manejar.
Pero resultan también los más peligrosos. No suelen tener demasiada empatía,
son poco tolerantes y acostumbran a ser un poco excesivos: o conmigo o contra
mí. Este señor, aprobó un decreto según el cual en 1937 se podía encarcelar a
cualquiera que se considerara enemigo de la sociedad. De “su” sociedad. No sé
de qué me suena. Es como si ahora haces un tweet en contra de los “innombrables”.
Pues me estoy dando cuenta que estamos a un paso de una sociedad muy, muy
limitada y de vivir en el universo de Harry Potter.
Pero no nos desviemos. Al leer
la frase había pensado escribir algo sobre la naturaleza humana. Sobre cómo nos
presentamos ante los demás. Pero como siempre me he perdido por el camino.
Me he dado cuenta que sólo
he destacado las cosas negativas que veo en los demás. Cualquier psicólogo
diría que estoy a la defensiva. Yo lo llamo instinto de supervivencia.
Pero no voy a hablar de
Himmler ni de su cocinera, quien me parece mucho más interesante y voy a hablar
de los detalles positivos que veo en mis conversaciones y relaciones con la
gente.
Olvidarse del reloj, poner
el móvil modo avión (sólo lo hago con contadas personas o cuando tengo poca
batería, lo siento). Relajarte tanto que ni te das cuenta que se ha hecho de
noche. Comentar cosas sobre cine, sobre canciones o sobre momentos. Empezar hablando
del tiempo y acabar descubriendo tesoros templarios o descifrando códigos
extraterrestres, lo que quiero decir es que adoro esas conversaciones que son
como un viaje sin destino, sabes cómo empiezan y nunca donde terminan. Es ahí,
donde me suavizo y se me olvida catalogar a la gente. Donde no me importa la
hora, donde me salto la hora de cenar y donde me da pena despedirme. Imagino que
las conversaciones son ese paraíso al alcance de todos, pero que pocos ven. Se está
perdiendo el arte de la conversación. Porque en el fondo hablamos demasiado de
nosotros mismos.
Me ha encantado este
ejercicio de escritura. Me ha encantado perderme por el camino. Y no llegar a
ninguna parte, eso sí, disfrutando del paisaje. Espero que a vosotros también.
Os dejo con una canción que
me gusta. Frank y Ella dicen que “La chica es una zorra”. Gran versión.
Hasta la próxima semana. Sed
felices.
No hay comentarios:
Publicar un comentario