La
semana pasada la noticia de la futura obligatoriedad de la asignatura de
filosofía abrió un debate, cuanto menos, interesante.
Las
voces críticas pensaban que la filosofía es una “ciencia” inútil. Imagino que
al no estar conectada directamente con la productividad, hay quien no la
considerará una ciencia. La pregunta más escuchada es, aún hoy:
¿Para
qué sirve la filosofía?
No sé
si tiene que servir para algo. En mi vida cuotidiana nunca he utilizado el
mínimo común múltiplo ni el máximo común divisor. Lo juro. Sin embargo en
contra de algunas corrientes yo opino que el saber, no ocupa lugar. Así que
aunque no lo haya utilizado me alegro de saberlo.
Yo estudié
filosofía, obligada por ley. El primer año, tuve un mal profesor, el siguiente
tuve un profesor peor. Mis profesores no me enseñaban más que datos, me hacían
leer el tema y yo me lo aprendía, porque naturalmente tenía que aprobar. Dibujé
bigotes a Emmanuel Kant y pinté más pelo y pendientes a Shoppenhauer. Me dormía
en clase.
La filosofía
no fue un amor a primera vista. Sin embargo, en mi vida cuotidiana, yo leía, y
como solía leer de todo llegó un momento en que empecé con algún filósofo. No
sé absolutamente nada de filosofía y ésta me ha dejado más dudas que certezas. Y
cuando algo te enseña a dudar, creo que te pone en el buen camino.
Los primeros
filósofos griegos, la bautizaron como ética. Estudiaban la educación del ser
humano e intentaban mejorar personalmente. Nieztche dijo que Dios estaba
muerto, pero creo que los amantes de la filosofia se convierten un poco en
dioses, ellos mismos estudian sus límites de lo correcto y lo incorrecto. He
leído que la filosofía se considera la “medicina del alma”. Pensar nos hace
fuertes y nos da armas para enfrentarnos a la vida, a lo bueno y a lo malo.
Pensar hace que nos preguntemos cosas, que nos planteemos si somos
deterministas absolutos o creemos en el libre albedrío. Pensar nos saca de la
cueva y hace que no temamos a las sombras. Nos quiere hacer debatir sobre si
las cosas ilegales son también inmorales o si algo ilegal puede llegar a ser
moral. Nos aleja de ser robots prácticos sometidos a la utilidad. Nos une al
mundo que nos rodea, como dijo Ortega y Gasset “Yo soy yo y mi circunstancia y
si no la salvo a ella no me salvo yo”. Este es el filósofo que nos quiere sacar
de nuestra “experiencia individual” y decirnos que el centro de toda
investigación filosófica debería ser la vida. Ockham nos dice que la
explicación más sencilla es generalmente la verdadera. Hobbes les advertirá que
el hombre es un lobo para el hombre.
Naturalmente
estoy a favor de que la filosofía se enseñe en los institutos. Estoy con Pitágoras “Educad al niño y no será
necesario castigar al hombre”.
Pero
educad. Enseñad a pensar. No les dejéis creer que los filósofos eran señores
con peluca empolvada o peinados raros que escribían palabras difíciles que no
entienden. No llenéis sólo sus cabezas de datos como fechas y frases en negrita
que memorizarán como loros y vomitarán en la evaluación final. Enseñad que la
filosofía se aprende leyendo, pero se practica desde que despiertas hasta que
vuelves a la cama. Y sobre todo enseñadlos a dialogar para que puedan llevarse
bien con opiniones contrarias.
Enseñar
filosofía es un seguro de que el día de mañana nadie podrá manipular a tus
hijos.
Que no
llenaran la ignorancia con dioses falsos. Y que puede que el saber los haga un
poco más infelices, pero paradójicamente esa infelicidad los hará mejores.
La filosofía
es amor por el saber, etimologicamente hablando.
Pero yo
me acerco más a lo que dijo Bertrand
Russell “La filosofía consiste en empezar con algo tan simple que parezca
irrelevante y terminar con algo tan paradójico que nadie pueda creerlo”.
Os dejo por hoy. Pensad y sabréis que existís. Y naturalmente sed
felices.