La semana pasada el robot
Opportunity que estaba de viaje de trabajo por Marte, murió. Esto me plantea
preguntas como: ¿puede morir algo que nunca ha vivido? Y ¿lo tenían previsto?
Quiero decir que me apenó
mucho que muriera la perrita “Laika” y empecé a imaginar cómo fueron sus
últimos momentos. Pero eso era una cosa que ya se sabía. No había plan de
vuelta.
Nos encanta el drama. Y como
plaga que somos nos encanta humanizar todo lo humanizable. Las redes sociales
hace unos días estaban llenas de fotos con lo que hubieran sido los últimos
pensamientos del robot Opportunity. “Mis baterías están bajas y todo está
oscuro” o “Voy a cerrar los ojos para esperar a que lleguéis, porque sé que
vendréis a por mí chicos”.
¿Sabéis que el difunto robot
tenía un gemelo que se llamaba Spirit? Y que también “murió” en Marte. No están
solos, desde el planeta rojo nos manda también noticias Curiosity el rover que
funciona con otro tipo de batería que tiene un pequeño reactor nuclear y no
depende del sol.
Estos tipos de robot
llamados MER, Mars Exploration Rover, son del tamaño de un carrito de golf y
creo que les ponemos sentimientos porque nos recuerdan a la película “Wall-E”.
O quizá porque la gente se
ha acostumbrado a bloquearse sentimentalmente y necesitan humanizar cosas
inanimadas para sentir.
Que cualquier tipo de
máquina deje de funcionar, podría afectar a sus creadores, al señor que está en
contacto con ella y abre los mensajes con foto o a los niños que realmente creen que los robots sienten como ellos.
Pero que nos afecte a
nosotros me preocupa un poco. No perdamos la perspectiva. Si utilizáramos la
compasión, empatía o pena que sentimos ante esta situación, con situaciones más
cuotidianas el mundo iría mejor. Quiero decir que el mundo y la gente somos una
paradoja gigante.
Lloramos porque un robot
muere, porque jubilamos nuestro coche o porque el teléfono se nos ha caído en
un charco. Mientras tanto negamos cualquier sentimiento de empatía o pena a
otros humanos e incluso a animales.
Los toros ¿hay algo más
cruel que ir mutilando a un ser vivo hasta su muerte mientras se aplaude la
supuesta maestría del asesino? Los incendios provocados en bien de intereses
económicos. Las guerras. Las pocas subvenciones a la ciencia. La mala situación
de sanidad y cultura. Las crisis económicas como excusa para la esclavización. Las
violaciones. Los malos tratos. La pena y el silencio. El terrorismo. La soledad de la tercera
edad. La soledad a nuestro alrededor. El hambre. La incomunicación en un mundo
donde te pasas la vida conectado para comunicarte. Las pateras llenas de
esperanza que se han creído que aquí vivimos en un mundo mejor. Las pateras
donde mueren gente y sueños. La lucha por la vida que se ha convertido en la
lucha por la supervivencia.
Sí, hay muchas cosas para
llorar si tienes ganas de llorar, la pena es que a veces lloramos por las
razones equivocadas.
La pena es haber normalizado
la pena. Haber normalizado la desesperanza y la miseria y no ser capaces de
sentir hasta que no nos mojamos los pies.
Por ahora y que yo sepa, los
robots no sienten. La inteligencia artificial no ha llegado a ser inteligencia
emocional. Siempre pienso que el día que las máquinas estén dotadas de
sentimientos se rebelarán contra nosotros y nos masacrarán. Y lo harán con toda la razón del mundo ya que el lado oscuro
del ser humano ha ganado. Y hemos pasado de construir robots a robotizarnos
nosotros mismos. Y si perdemos la compasión merecemos lo que nos pase.
Es por eso que decido a
partir de hoy y conscientemente cambiar mi sistema de creencias y volver a creer en el
ser humano. Creo que mientras hay vida hay posibilidad de mejorar, así que empiezo a apreciar
y difundir los pequeños gestos que un día evitarán grandes batallas. Desde
ayudar a cruzar la calle a alguien, abrir las puertas y saludar a hacer algo
por pequeño que sea para mejorar el mundo día tras día. Seguiré pensando que
puedo hacer para dejar un mundo mejor del que encontré. Al fin y al cabo no hay
nada más humano que la esperanza.
Hasta
la próxima y sed felices.