lunes, 28 de julio de 2014

Martes, ni te cases ni...

Cuando era pequeña, la gente se casaba. Y yo, siempre repetía la misma pregunta: ¿Y donde vais de viaje?
A medida que iba creciendo, mis preguntas eran más específicas: ¿Qué vais a visitar? ¿El Met? ¿Las pirámides? ¿El Louvre? ¿La muralla China?
Crecí en los setenta, cuando la gente no viajaba demasiado, sólo la hija del médico en sus redacciones de “Qué hice en vacaciones” explicaba sus cruceros por el Luxor, y yo llegaba a casa y le preguntaba a mi abuela (pobre mujer) qué era el Luxor. Y por qué no íbamos allí alguna vez.
Mis primeros viajes por el mundo fueron a través de los ciclos de películas de la 2. Después leyendo libros y al final por las series de la tele.
Para mí, el sentido de una boda era la luna de miel.
Notaréis mi falta de atención a estas fiestas. Nunca he entendido demasiado eso que querer hacer una celebración, vestirte con un traje diseñado sólo para hacer fotos, comer al lado de personas con las que no tienes demasiada relación y al salir decir, “Todo estupendo, feliz viaje, que vestido tan bonito el de la novia”.

Pero resulta que mañana voy a una boda que me hace mucha, mucha ilusión. Primero, es en Martes, así desafiando los tópicos. La novia, mi mejor amiga, irá en tejanos, y aún no estoy segura de dónde será la luna de miel. Seremos cuatro, los novios y los testimonios. Y por la mañana, trabajaré.
Ese toque de normalidad, me encanta. Me demuestra una vez más, que lejos de los grandes gestos, en la vida, la felicidad se encuentra en los pequeños momentos. Y sobre todo, con la gente a la que quieres. 
Esta entrada, un poco distinta, está dedicada a ellos. Les deseo, un largo camino de risas, que fabriquen los mejores recuerdos, que se peleen y hagan las paces, que se echen de menos cuando estén lejos, que tengan suerte en todo lo que se propongan, y sobre todo que nunca se aburran.
Hago extensivo mi deseo a todos los que estáis leyendo esto.
En la próxima entrada, os hablo de cine. Lo prometo.


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