Pequeños
rituales. Seguro que tenéis alguno. No quiero decir apagar y encender las luces
de una habitación cinco veces seguidas para ahuyentar a los malos espíritus. Quiero
decir cosillas cotidianas. Como sacudir un par de veces el azúcar antes de
echarlo al café o mover la cabeza para acomodarla a la almohada cuando vas a
dormir. Diréis que son simples e inofensivas costumbres. Pero no es así. Son pequeñas
señales que nos identifican y quedan grabadas en los demás. Cuando desaparecemos,
esos insignificantes gestos se quedan en las mentes de los otros. Y a veces al
ver a alguien hacer lo mismo, se acuerdan de nosotros. Hoy hablo de esto porque mientras estaba tomando café, un abuelo y su nieto estaban desayunando a
mi lado. El abuelo veía al niño comer su croissant de chocolate y se reía. Yo
mientras hacía como que mandaba mensajes en el móvil iba escuchando la escena.
El abuelo le dice al chico “Biel, tu abuela hacía lo mismo que tú, cuando comía
algo que le gustaba cerraba los ojos”. Me ha parecido una conversación tan
íntima, que me ha dado un poco de vergüenza inmiscuirme. Pero ya era tarde, el
abuelo se ha dado cuenta que yo escuchaba y le he sonreído, me ha devuelto la
sonrisa imagino que por educación.
Esto
me ha hecho pensar en qué gestos o costumbres de mí, quedarán grabadas en los
demás. Anteayer me dijeron que alguien había comentado que no había que fiarse
de la rubia (esa soy yo), que parecía que estaba tomando un café tranquilamente
pero que analizaba todo lo que pasaba a mi alrededor. Sí Sr. Juanjo, suelo hacerlo. Aunque no creo que
sea un rasgo malo. Creo que forma parte de querer escribir. Estudias detalles,
espías conversaciones y coleccionas miradas, después toda esa información se
cuela consciente o inconscientemente en la construcción de tus personajes de
ficción. Aunque también debo decir que tengo días y días. A veces podría estar
sentada al lado de Donald Trump y yo le inventaría una historia de un señor que
se ha escapado un rato a tomar una cerveza para evitar ir a la compra con su
señora. Y no me daría cuenta de que es él. Sí, a parte de cotillear, suelo inventar historias para la gente que está a mi alrededor. Cuanto más raras mejor.
Os confesaré un pequeño ritual que
tengo cuando conduzco. A veces pienso en alguien y pongo el aleatorio de
canciones para ver cual le sale, por si hay algún tipo de relación, por si le
gustaría o no. Con mi selección musical pueden salir cosas muy bizarras.
Tengo
otros rituales, pero eso ya se queda entre mis conocidos y yo. Ayer al subir al
coche, puse el aleatorio y dije mi nombre. Me salió esta canción. No es que me
entusiasme tanto como antes, pero me hizo viajar a un verano del pasado. Guardaos del calor. Y como siempre, sed felices.
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