Este
verano voy a dedicar algunos de mis posts a la ficción. El primero va dedicado
especialmente a Juanjo quien me dio la idea. Así que os dejo con el pequeño
relato. Si lo vieseis en persona identificaríais a J inmediatamente aunque cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, o no, quién
sabe si las coincidencias existen.
“Hace
tanto tiempo que vive que nadie sabe cómo se llama. Es una de las almas inmortales que se pasean por el mundo entre nosotros. Responde a “J” y con eso le
basta. Muy en el fondo de su ser, su nombre real está guardado en una caja
fuerte. Abrirla sería casi imposible, sólo él podría, pero de momento no lo
necesita.
Lo
que ha mantenido tanto a J vivo ha sido una mezcla de circunstancias
inexplicables, pero sobre todo la curiosidad. Ahora mismo, el sol se está
poniendo en París y él está en silencio admirando la cumbre del gótico. Está
estudiando los vitrales y aunque sabe a la perfección cómo se construyó la
catedral, sigue teniendo la sensación de que el cristal aguanta la estructura
por cuestión de magia. Naturalmente no cree en la magia, pero sí en la
genialidad humana que a veces es casi lo mismo.
J
se sienta y medita. Debe de ser el único hombre vivo que sabe cómo funciona el
mundo. No de una manera metafísica, sino casi mecánica. Conoce cada engranaje y
ruedecilla, conoce donde encaja cada pieza y aunque tardaría un
poco sería capaz de ponerlo en hora como un maestro suizo a un reloj. No lo
hace porque sabe que la humanidad lo volvería a descompensar en cuestión de segundos.
Lo hizo alguna vez y durante unos instantes absolutamente todo fue perfecto, la
gente que vivió la experiencia, la recuerda como un momento de epifanía, un
momento en que todo estaba donde debía de estar. Pero eso fue muchos siglos
atrás.
La
luz del atardecer entre las figuras le recuerda las tardes que pasaba con su
amigo Leonardo. Tardes de vino joven y charlas viejas en la Toscana, mientras
Leonardo le hablaba de sus proyectos y del sentido de la vida. J nunca le
perdonó que se dedicara al arte. Si hubiera trabajado la ciencia el mundo no
sería el mismo, seguro que sería mejor. Leonardo tenía la curiosidad necesaria
para vivir para siempre pero lo mató la inocencia. Para él todo era posible y
creía en la bondad. Ese fue su error. “La observación es la clave de todo, solo
tenemos que estar atentos”. Él sigue observando aunque cada vez entienda menos.
Su
siguiente mejor amigo fue un hombre de ciencias, un genio un poco loco que
vivió antes de tiempo. Nikola Tesla sigue siendo un misterio para todos. J
sonríe cuando oye todas las teorías conspiratorias que viven aún a su alrededor.
Es él quien tiene sus diarios escondidos donde nadie los encontraría, a la
vista de todo el mundo, en un museo de una pequeña capital de provincias. A J
aún le emociona ver la foto de Nikola bajo los rayos al lado de la jaula. Nadie
sabe que la tomó él. Aquella noche bebieron hasta el amanecer.
J
se levanta y se va, se siente nostálgico. La nostalgia es peligrosa. Incluso ha
pensado en visitar a Nicolas Flammel para charlar de los viejos tiempos, pero
nunca ha confiado demasiado en él. Teñir de magia la ciencia es el mayor error del
mundo. Y el viejo Nicolas siempre ha jugado a dos bandas.
J
pasea hacia su casa pero empieza a oscurecer y decide entrar en el metro. Demasiados
fantasmas por la ciudad detrás de las sombras. Llega el convoy sin conductor, a
Leonardo le habría encantado. Nikola se quejaría del precio, él creía en la
energía gratuita. Otro inocente. Si J ha entendido algo es que el dinero es el
Dios pagano más poderoso. Suena su teléfono móvil. Es Elon Musk. Otro visionario. Aún queda
esperanza. Queda tanto por soñar y por hacer que no puede permitirse el lujo de morir.”
Os
dejo con la primera canción que he escuchado esta mañana. Norah Jones nunca falla. Creed en lo imposible
y sed felices.
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