martes, 4 de julio de 2017

EL ALMA INMORTAL

Este verano voy a dedicar algunos de mis posts a la ficción. El primero va dedicado especialmente a Juanjo quien me dio la idea. Así que os dejo con el pequeño relato. Si lo vieseis en persona identificaríais a J inmediatamente aunque cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, o no, quién sabe si las coincidencias existen.

“Hace tanto tiempo que vive que nadie sabe cómo se llama. Es una de las almas inmortales que se pasean por el mundo entre nosotros. Responde a “J” y con eso le basta. Muy en el fondo de su ser, su nombre real está guardado en una caja fuerte. Abrirla sería casi imposible, sólo él podría, pero de momento no lo necesita.
Lo que ha mantenido tanto a J vivo ha sido una mezcla de circunstancias inexplicables, pero sobre todo la curiosidad. Ahora mismo, el sol se está poniendo en París y él está en silencio admirando la cumbre del gótico. Está estudiando los vitrales y aunque sabe a la perfección cómo se construyó la catedral, sigue teniendo la sensación de que el cristal aguanta la estructura por cuestión de magia. Naturalmente no cree en la magia, pero sí en la genialidad humana que a veces es casi lo mismo.
J se sienta y medita. Debe de ser el único hombre vivo que sabe cómo funciona el mundo. No de una manera metafísica, sino casi mecánica. Conoce cada engranaje y ruedecilla, conoce donde encaja cada pieza y aunque tardaría un poco sería capaz de ponerlo en hora como un maestro suizo a un reloj. No lo hace porque sabe que la humanidad lo volvería a descompensar en cuestión de segundos. Lo hizo alguna vez y durante unos instantes absolutamente todo fue perfecto, la gente que vivió la experiencia, la recuerda como un momento de epifanía, un momento en que todo estaba donde debía de estar. Pero eso fue muchos siglos atrás.
La luz del atardecer entre las figuras le recuerda las tardes que pasaba con su amigo Leonardo. Tardes de vino joven y charlas viejas en la Toscana, mientras Leonardo le hablaba de sus proyectos y del sentido de la vida. J nunca le perdonó que se dedicara al arte. Si hubiera trabajado la ciencia el mundo no sería el mismo, seguro que sería mejor. Leonardo tenía la curiosidad necesaria para vivir para siempre pero lo mató la inocencia. Para él todo era posible y creía en la bondad. Ese fue su error. “La observación es la clave de todo, solo tenemos que estar atentos”. Él sigue observando aunque cada vez entienda menos.
Su siguiente mejor amigo fue un hombre de ciencias, un genio un poco loco que vivió antes de tiempo. Nikola Tesla sigue siendo un misterio para todos. J sonríe cuando oye todas las teorías conspiratorias que viven aún a su alrededor. Es él quien tiene sus diarios escondidos donde nadie los encontraría, a la vista de todo el mundo, en un museo de una pequeña capital de provincias. A J aún le emociona ver la foto de Nikola bajo los rayos al lado de la jaula. Nadie sabe que la tomó él. Aquella noche bebieron hasta el amanecer.
J se levanta y se va, se siente nostálgico. La nostalgia es peligrosa. Incluso ha pensado en visitar a Nicolas Flammel para charlar de los viejos tiempos, pero nunca ha confiado demasiado en él. Teñir de magia la ciencia es el mayor error del mundo. Y el viejo Nicolas siempre ha jugado a dos bandas.
J pasea hacia su casa pero empieza a oscurecer y decide entrar en el metro. Demasiados fantasmas por la ciudad detrás de las sombras. Llega el convoy sin conductor, a Leonardo le habría encantado. Nikola se quejaría del precio, él creía en la energía gratuita. Otro inocente. Si J ha entendido algo es que el dinero es el Dios pagano más poderoso. Suena su teléfono móvil. Es Elon Musk. Otro visionario. Aún queda esperanza. Queda tanto por soñar y por hacer que no puede permitirse el lujo de morir.”


Os dejo con la primera canción que he escuchado esta mañana. Norah Jones nunca falla. Creed en lo imposible y sed felices.


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