domingo, 24 de septiembre de 2017

LA BONDAD DE LOS DESCONOCIDOS. LONDRES. #Putthekettleon

Se han terminado las vacaciones y toca volver a la vida cuotidiana. No creo en el amor a primera vista y eso me pasó con Londres. Hace cinco años ya lo había visitado y no me convenció del todo. Pero esta vez, sí podría decir que me he enamorado un poquito de la ciudad. Para empezar, voy a desmitificar eso de que los londinenses son bordes. Con la sola excepción de una señora parecida físicamente a Gloria Fuertes que trabaja  en el aeropuerto, y que me repitió la misma frase unas 15 veces después de que yo le preguntara algo, los demás han sido encantadores.  Absolutamente todos. Pacientes con mi oxidado acento, dejándome mesa en los pubs y dándome direcciones y consejos cada vez que los pedía.
Mientras estuve en la ciudad hubo un ataque terrorista, afortunadamente fallido por lo que pudo haber sido, en el metro. Pues aparte de la invasión policial por las calles, que impresionaba bastante, los londinenses siguieron con sus vidas. Pero lo que me llamó la atención fue que el hashtag de twitter que fue trending topic en minutos era #putthekettleon. Gente ofreciendo ayuda, poniendo en marcha sus hervidores de agua para dar té y “scones” a todo el que lo necesitara. ¿Qué no se soluciona con una reconfortante taza de té? Los restaurantes ofreciendo comida gratis. Sé que pasa lo mismo en muchos lugares, desgraciadamente se pudo comprobar en Barcelona hace poco. Pero ese tipo de unión entre extraños, ese raro compañerismo que no entiende de nacionalidades, de religiones o de razas me hace tener esperanza en el ser humano. Y tristemente me sorprende.
Pasemos a lo que interesa que son mis vacaciones en la ciudad. Pues la verdad es que no voy a hacer una guía turística, porque a estas alturas todos habéis visto Londres antes que yo y seguramente mejor. Pero puedo decir que me encanta Covent Garden, donde siempre que entro hay músicos tocando. Esta vez al entrar, escuché “Ojos Negros” la canción tradicional rusa, y naturalmente me ganaron enseguida.
El espíritu de Twiggy ya no está en Carnaby Street. Sin embargo parte de la “movida” un poco alternativa donde se mezclan milenials, turistas, locales y un chico “aupair” que vuelve a finales de mes y se emocionó al escucharme hablar en catalán, es el mercado de Camden. Situado en unas antiguas caballerizas, puedes encontrar de todo, desde churros, comida vegana, vestidos vintage, cámaras antiguas, cerveza, gogos en las tiendas de ropa y un surtido sexshop en el sótano de una tienda de camisetas, con una excelente colección de columpios sexuales y carteles de advertencia de: “No prueben el género en la tienda”. Sentido del humor tienen los británicos, de eso no me cabe ninguna duda.
Como no solo de mercadillos modernos vive una, aproveché para visitar la Tate Modern. Con mi gran dominio del arte contemporáneo, lo que más entendí fue al guía que te da la bienvenida en tu idioma. No, en serio, hay obras preciosas, algunas te dan escalofríos y otras te emocionan con su belleza. Pero también hay cosas que no entiendo. Eso sí, hay que verla. Nunca dejéis de ver arte.
También hice de turista y vi la Torre de Londres. Dice la leyenda que el día que los cuervos se marchen de la Torre se va a terminar la monarquía británica. Es por eso que los cuidadores miman a tan extrañas e inquietantes criaturas y por si acaso les recortan un poco una de sus alas. No fuera caso que se les escaparan y mandaran a Isabel y su prole a la cola del paro.
Hice un tour por el East End visitando los lugares donde encontraron a las víctimas de Jack el Destripador. Y por supuesto vi un par de musicales. Uno menor. Aunque sea de Gerswin. “Un americano en París”. Donde todos cantan y bailan muy bien, pero la verdad es que el protagonista tenía más química con el pianista que con la chica. Y como no era el Gene Kelly de la película, pues claro, no me gustó tanto.
Y después un gran musical. De esos que te hacen querer volver a verlo. Y salir cantando por la calle. Sí, podéis visualizarme cantando camino del metro. Lo hice. Emocionadísima y creyendo en la magia otra vez. Naturalmente hablo de “Wicked”. Que sirvan vino en el teatro y puedas beberlo mientras ves la obra te ayuda a perder la vergüenza a la hora de cantar camino al hotel y te hace dar cuenta de lo adelantados que están los ingleses en cuestión de placeres cuotidianos.

No os voy a contar mucho más. Que mis posts son cortitos y hoy me he pasado. Que el otoño sea amable con vosotros y vosotros sed amables con todo el mundo. La humanidad necesita volver a confiar en la bondad de los desconocidos. Nos vemos pronto. Sed felices. 


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