miércoles, 4 de octubre de 2017

EL REENCUENTRO

Los miércoles hay que hacer algo que te encante para subir un poco el ánimo. Así que voy a ignorar la realidad que me rodea y a escribir un poco de ficción que le he ido pillando el gustillo.

“Sitges 2017.
Marcos se ata el pañuelo al cuello. Seda italiana. Color azul. ¿Qué tendrá el color azul que te transmite esta especie de calma y buen humor?
Su cita es a las 7 de la tarde. Pero naturalmente llega antes. Cruza la terraza del hotel modernista con paso seguro, todo lo seguro que podía ser con el bastón y sus setenta años a la espalda. Ve distintas mesas bajas con sillones de mimbre. Y busca al encargado.
-   Buenas tardes. Tengo una cita importante y quiero la mesa con vistas al mar. Espero que no aparque ningún coche delante. Sería un inconveniente. Vamos a tomar unos gintonics y luego queremos cenar. Pero como no me fio del tiempo quiero que me arregle una mesa para 3 o 4 dentro.
-   No sé si podré, estamos en agosto y todo está lleno. ¿No tiene reserva?

Marcos mira al encargado como si le hubiera pedido algo ridículo. Le pondría la misma cara si el encargado le hubiera dicho “voy a quitarme los pantalones y a bailar algo”
El silencio dura unos segundos que se alargan incómodamente. Como esas panties que te compras una talla mayor para asegurarte de no romperlas y después resulta que te quedan debajo de las tetas. El encargado ve como una de las clientas de la terraza sigue con mal disimulo la conversación. Y Marcos sigue mirando inmóvil. Impasible.
-   Lo tendrá todo preparado. ¿A qué nombre debo preparar la mesa?
-   Marcos.
-   Perfecto don Marcos.
-   Marcos. Sólo Marcos.
-   Puede esperar en su mesa de la terraza Marcos.

El encargado intenta no secarse la gota de sudor que resbala por su frente y entra al restaurante. Marcos se sienta en su mesa y mira el mar. Pasan menos de dos minutos hasta que llegan sus invitadas. Las dos mujeres bajan del tren turístico sin pizca de vergüenza y con toda la dignidad del mundo. Una va vestida de lino blanco, es alta y delgada. Su bronceado va a tono con las joyas de oro que luce. Cadenas, pulseras y anillos tintinean llamando a las hadas hasta llegar a la mesa. La otra un poco mayor, con una blusa tan cara como floreada camina con más dificultad. Su peinado es un poco anticuado. Y camina imperceptiblemente medio paso detrás de su amiga.
Marcos se levanta y saluda a las dos. Se quita el sombrero y las besa en la mejilla, ofreciendo la silla a su lado a la bronceada Venus de la tercera edad. Ella como si no se diera cuenta del ofrecimiento se sienta enfrente. Y deja a su amiga la silla al lado de su anfitrión.
La clienta indiscreta rubia, sigue mirando, sin pizca de disimulo, la escena. Marcos lo nota y le sonríe. Pero sigue en su papel de maestro de ceremonias. Saca dos bolsas de la nada y se las da. Una para cada una.
-   Es sólo un detallito. Para endulzar nuestro reencuentro. Toma Silvia.
-   Gracias.
-   Y toma Lisa.

La cara de Lisa se ilumina. Si tuviera que comparar la mirada de ilusión de Lisa sería difícil. No es como un niño recibiendo un regalo esperado. No. Es más bien como alguien recibiendo una buena noticia. Es más bien como alguien que ha dejado de ser invisible de repente. Silvia saca la caja de bombones de la bolsa. Godiva. La vuelve a meter.

-   ¡Unos Godiva, Marcos! No tenías que haberte molestado.
-   Es un placer veros sonreír. Lo mejor para mis mejores amigas.

Y le guiña un ojo a la clienta que ha pedido una segunda copa de vino e intenta hacer como que lee, pero en realidad está siguiendo la historia con interés.
Marcos se arregla sus pulseras. Y Silvia las mira con cierto desprecio. Es un poco esperpéntico que un señor de edad vaya con pulseras hippies de cuero e hilo. Por mucho traje blanco que lleve, siempre seguirá siendo un pringado.
Llegan los cócteles dos gintonic y un vodkatonic para Silvia.
Hablan durante largo rato. Y se oyen frases sueltas como, “que mayores somos”, “¿recuerdas el verano en Ibiza?” “¿Estáis en contacto con la vieja pandilla?”…
La conversación fluye hasta que va languideciendo. Marcos mira el cielo. Un avión pasa iluminado por los últimos rayos de sol de la tarde.
-   Creo que la esperanza se parece a esto.
-   ¿A qué?
-   A un avión iluminado por los rayos de sol que nosotros ya no tenemos. El sol se ha puesto, pero como el avión está más alto nos hace dar cuenta de que el sol aún está aquí.
-   Muy bonito. ¿Sigues escribiendo?
-   Ya hace años que no. Mi negocio me deja poco tiempo. Pero siempre tengo un instante al día en el que la belleza me sorprende. Entonces echo de menos mi máquina de escribir.
-   ¿Negocio? Nunca supe que fueras empresario. Lisa ¿Tú lo sabías?
-   Primera noticia. ¿A qué has dedicado tu vida Marcos?
-   Más que negocio me describiría como autónomo. Aunque me va bastante bien. Sigo trabajando claro. No por el dinero, sino por el qué haces cuando te levantas. Me gusta lo que hago. Me da cierta paz.
-   Bueno y ¿Qué haces?
-   Oh, que modales. Bueno, no es algo que vaya diciendo por ahí pero sois mis amigas de siempre. Soy sicario. Elimino problemas. Sería como una empresa de limpieza.

El silencio dura un poco más. La clienta que ha seguido la conversación palabra por palabra se termina la copa de vino y pide un vodka. Silvia se pone a reír. Lisa mira a los ojos de Marcos y sabe que no miente.

-   Silvia, siempre has pensado que yo era un poco apocado. ¿Me equivoco? Y siempre has sabido que estaba un poco enamorado de ti ¿verdad? Fuiste un poco cruel de joven. Pero ya te he perdonado. El tiempo suaviza las cosas.
-   ¿Qué dices? ¿Enamorado de mí? Siempre he pensado que jugabas en otra liga. De hecho lo último que sé es que vas con un hombre muy atractivo a todos lados.
-   Oh, es mi fisio. También es mi jardinero, mi chofer y por supuesto mi amante. No soy gay. O no lo era. Pero a veces el amor lo encuentras así, donde no te esperas.

El encargado se acerca y les avisa que la mesa está preparada. Se levantan y entran al restaurante. Seremos cuatro. Esperaremos a mi amigo.

-   Por supuesto Marcos.

Llega el amigo y es presentado a las dos mujeres. Enseguida congenia con Lisa a quien le encanta la jardinería.

-   Claro, Lisa puede dedicarse a eso porque nunca ha tenido que trabajar. Sus padres la dejaron forrada. Y los negocios van solos.
-   No te quejes Silvia, tú hiciste un buen negocio con tu matrimonio. Y ahora que tu marido ha muerto. Te quedas con todo.
-   Bueno, la verdad es que de eso quería hablar.

Las dos mujeres miran a Marcos con curiosidad.

-   Siento que hayas enviudado. Aunque no nos engañemos. Seguro que piensas que unos años antes todo hubiera sido mejor. Con tu marido al final fue un infierno. No pongas esa cara. Lo sé perfectamente. Siempre estudio a mis clientes antes de aceptar un caso.

Silvia empieza a toser.

-   ¿Qué dices Marcos?
-   Oh, tú eres el objetivo. Mira al final nos vemos en una cena de trabajo. Estoy seguro que esperabas una torpe declaración de amor. No, no grites. Puede que aún tengas una oportunidad. La herencia no será para ti. Será para la amante de tu marido y sus hijos. Vamos. Sé que lo sabías. Pero te tengo cariño y he pensado mucho lo de tu muerte. No mires los bombones. No están envenenados. En cambio el Vodkatonic sí lo estaba. Fue un riesgo menor. Sabía que Lisa pediría lo mismo que yo. Sabía que tú pedirías algo distinto. Por eso es tu bebida la envenenada. De hecho envenené la botella de vodka más caro. Creí que una clienta iba a morir también. Se ha pedido un vodka mientras estaba en la terraza. Pero he visto sus zapatos y eran muy baratos. Entonces he visto que se salvaría. Nadie pide un Diva Premium. No te preocupes. No es instantáneo. Te voy a dar dos opciones. Una incluye el antídoto. En la otra nos despedimos para siempre. No suelo hacer esto con nadie. No es profesional. Pero una vez te quise. Y nadie olvida el primer desamor. Vamos a negociar.

Silvia está llorando y asiente callada. Lisa pide otra botella de vino. Al final la noche ha sido divertida y diferente. Siente cierta liberación y tiene ganas de coquetear con el chofer, que le hace caso y más desde que sabe que está forrada.

-   ¿Vamos a la terraza? Creo que ellos tienen negocios que tratar.

Y salen del brazo. El chófer le sonríe. Esta mujer es un encanto. Y tiene la moral flexible. Creo que éste es el principio de algo grande. Y muy conveniente.




1 comentario:

EL CREADOR DE DISTOPÍAS

  Tengo un amigo que ama las distopías. Escribe sobre ellas y parece que todo lo analiza con precisión quirúrgica, cuando lo imagino delante...