Ya han pasado las fiestas de
Navidad y me niego rotundamente a hablar del “Blue Monday”. Allá cada uno con
sus penas y alegrías, no dejemos que nos manden los estudios y estadísticas de
unos universitarios aburridos de la América profunda.
Hoy voy a hacer un pequeño
diccionario visual de sentimientos y emociones.
Soy muy mala gestionando mis
sentimientos, quizá por eso busco recursos para llegar a entenderlos. Pequeños
trucos que me ayudan a definirme como persona, a entenderme y que al mismo
tiempo, me entretienen las tardes de fiesta.
Empiezo por la soledad. ¿Os
habéis sentido alguna vez solos? Seguro que sí. La peor soledad es aquella que
sientes cuando estás rodeada de gente. La que está acompañada de incomprensión.
Quizá por eso asocio la soledad con el cuadro de Edward Hooper “Nighthawks”. Mi
paisaje de la soledad no es un desierto, ni una isla, sino una barra de un bar,
sin ninguna conversación. Con las nuevas tecnologías, soledad podría ser también
un “Smartphone” sin mensajes o un teléfono sin llamadas.
Segundo sentimiento
negativo: Aburrimiento. Cuando pienso en esta palabra viene a mi mente una fila
de gente esperando. Puede esperar cualquier cosa, en un banco, en un
supermercado, o en un aeropuerto para subir al avión.
Furia. La furia es de color
rojo. Sí, tiene el mismo color que la pasión. El color rojo es muy versátil. Pero
la imagen de la furia también es alguien gritando a la cajera del súper o el
golpe seco de un portazo.
Tristeza. La tristeza es la
nada. Es la ausencia de cuerpos en la nieve como dijo Gabriel Celaya cuando
hablaba de la luna. La tristeza es niebla y silencio. Es una calle de casas cerradas
y un escalofrío.
Y como mis sentimientos
negativos por hoy acaban aquí, vamos a pintar los positivos.
La alegría es tan plural que
puede ser el primer copo de nieve o un día de playa. La alegría no tiene reloj
y se puede oler. Huele a sal de mar, a frío de de invierno y a copa de vino en
una terraza. Tiene el sonido de una charla, de tu risa y de los instrumentos
que se afinan antes de empezar un concierto. La alegría es el día largo, la
noche corta y el viento del coche al conducir con la ventanilla bajada. Y es,
digan lo que digan, la más poderosa de las sensaciones.
Esperanza. La inmortal. La que
siempre aunque sea pequeña, sobrevive dentro de nosotros, dispuesta a crecer y
a teñirlo todo del color de un horizonte infinito. La esperanza para mí es un
camino. Rodeado de árboles, sin ver el final. Huele a bosque por la mañana,
casi al amanecer, porque sabemos que así la luz irá creciendo dentro de
nosotros.
Deseo. El deseo huele a
tabaco y a madera. Es reconfortante como una tarde bajo un edredón. Es cercanía
de piel y roce de chispas. El deseo tiene todos los colores del mundo y quizá
por eso a veces cuando nos visita cerramos los ojos.
Amor. Dicen que el amor
mueve el mundo. No estoy de acuerdo. El amor nos idiotiza. Es altamente
adictivo y peligroso. Como el algodón de azúcar. No puedo ponerle paisaje al
amor porque suele trastornar nuestra existencia pintándola de paraíso. Todo lo
que sin estar enamorados nos enfadaría o nos pondría nerviosos se difumina y sonreímos
como si fuera lo mejor que nos ha pasado. El amor es una noria. Por clásico y
tópico que os parezca.
Y mi sentimiento preferido.
Felicidad. Tiene butacas rojas en un cine. Es oscuridad y pantalla en blanco y
negro. Está llena de cerezos que acaban de florecer en Japón. Felicidad es el
aroma del café por la mañana. Es abrir la puerta del museo y empezar a respirar
los cuadros. Felicidad es buscar la luna en el cielo y pensar en cuánta gente la
estará mirando en ese mismo momento. No tiene un día de la semana, ni una hora
del día asignada. Lo bueno de la felicidad es que llega cuando menos te la
esperas.
Hasta aquí mi pequeño
diccionario de sentimientos y emociones. Un día quizá lo amplíe o lo continúe,
quién sabe. De momento os dejo con música que siempre me pone de buen humor. No
seáis como yo y aprended a gestionar vuestras emociones. Mientras tanto sed
felices.
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