Pronostico que dentro de
diez días, algunos de vosotros estaréis a punto de sentaros a la mesa. Calcularéis
con ojo crítico la cantidad de turrón que podréis comer sin sentiros mal, el
rato que debe pasar entre un plato y otro. Diréis que os gustan los regalos y
puede que los vea colgados en “Wallapop” antes de la hora del café. Y brindaréis
por la Navidad. Llamaréis a los que están lejos. O les mandaréis mensajes, todo
vale. Abrazaréis a los cercanos y seguramente os dormiréis delante de una película alemana donde una madre soltera vuelve a creer en el amor gracias a
Papá Noel y a una carta escrita por su hija. Después os quejaréis de las
fiestas, calcularéis con muy mala leche las horas de gimnasio que os costará
deshaceros del “un día es un día” y tiraréis los envoltorios rasgados de
vuestros regalos a la basura.
Y volveréis a quejaros de la
pereza que os dan las fiestas y de lo contentos que estáis de volver a la normalidad.
Pero pienso que siempre hay
maneras distintas de vivir las mismas experiencias.
Y yo soy de la legión de
adultos que cree en la Navidad sobre todas las cosas. No son los regalos. Es la
alegría. La buena energía. Son los abrazos. Los mensajes. El ruido de las copas
que chocan al brindar. Estoy convencida de que el ruido de un brindis tiene
poderes mágicos.Al fin y al cabo, estáis brindando por la esperanza. Es la música y son las luces en la calle. Las películas que hacen
reír. Las películas que hacen llorar. Los encuentros con gente que añoras todo
el año. El decirle a tu madre que todo lo que ha cocinado está fantástico y hacerla callar cuando
como cada año dice: “este año no sé si me ha salido bien”. Aunque sepa que sí. También
es seguir algunas tradiciones como escapar de casa el 25 por la mañana para ir
a tomar café. Y que la gente te salude con un “Felices fiestas”, aunque no te
conozca. Es disfrutar de los turrones porque “un día es un día”, y ya habrá
tiempo de quemarlos después. Y si no se queman, pues me parece perfecto porque
el invierno es largo y frío. Es esa época en la que tarareas sin darte cuenta a
Frank Sinatra, a Michael Bublé y a Mariah Carey. Y además sientes amor. Y pocas
situaciones te enfadan. Porque por tradición, en los diez días que nos quedan
hasta el día de Navidad, tendríamos que obligarnos a ser optimistas. A ver el
lado bueno de todo. A ponerlo fácil a la vida. Y a soñar en imposibles. Y
seguir soñando hasta que se hagan realidad.
Lanzo desde aquí mi
felicitación para todos. Me gustaría brindar con cada uno de vosotros. Así que
desde aquí brindo, os miro a los ojos y os mando mis mejores deseos.
Mi deseo es que seáis
capaces de amar y de imaginar. De apreciar y de agradecer aquello que tenéis.
Mi orden es que os pongáis
de buen humor cuando terminéis de leer este post. Quiero que os contagiéis de
sonrisas y abrazos. Que no os de miedo ser cursis. Que os dejéis llevar.
Lo
bueno que tiene la vida es que muchas veces te sorprende. A veces para bien, a
veces para mal, pero la cuestión es que no te dejen indiferente las cosas. Y
nada indiferente me dejó el trending topic de la semana pasada de “Earthflatters”.
Los terraplanistas defienden la postura de que la tierra no es redonda. Naturalmente,
al principio creí que se trataba de una broma. Pero se ve que hay un alto
número de seguidores de esta teoría. Cosa que reafirma dos cosas: mi poca fe en
el sentido común de la humanidad y que mucha gente SÍ puede estar equivocada.
Me
he leído un montón de foros y páginas web que me han dejado más confusa de lo
que estaba. No sobre la redondez de la Tierra, sino sobre los límites de la
estupidez de alguna gente. Ya puedes hablarles de pruebas irrefutables, ya
puedes apelar a los “Startrails”, al efecto coriolis y al sentido común. Ellos
siempre te rebatirán tus razones. Seguramente gritando, que es la manera que
tiene la gente de expresar las tonterías.
Pero
la cosa va más allá. Existe una página web la www.theflatearthsociety.org donde
encontrarás (en inglés) montones de razones por las que un señor llamado Samuel
Shenton fundó en 1956 esta asociación, o más bien le puso nombre a otra que ya
existía: la “UKS” (Universal Zetetic Society) que vendría a ser como un club de escépticos
fundado por otro señor: Samuel Birley Rowbotham apodado “Paralax”. Claro que este hombre nació
en 1816 y también se dedicaba a vender elixires mágicos que lo curaban todo.
Volvamos
a la página web. Ante la pregunta de que cómo no han visto quienes han viajado
al espacio que la tierra era plana, ellos contestan con un “Se trata de una
conspiración”. Ante la pregunta de las evidencias fotográficas, ellos responden
que no creen lo que ven en las fotografías. La explicación del día y de la
noche sería que el sol da vueltas concéntricas sobre nosotros (para que lo entendáis,
imaginad a un buitre planeando sobre su cena) pero no llega a iluminar toda la
superficie de la tierra. Olé sus… eso.
Pero
como más arriba está el link con la dirección web pues os lo leéis y ya os
formáis una opinión.
Por
cierto si alguno de vosotros hace alguna búsqueda del tema en internet id con
cuidado. Yo navegando por la red he encontrado teorías tan curiosas como “el
nuevo orden mundial”, la existencia del “Shambhala” (no confundir con la
atracción de PortAventura) y las civilizaciones avanzadas que viven en el
interior de la Tierra. A los seguidores de la teoría de la Tierra hueca me
encantaría verlos discutir con los terraplanistas. Así, en plan tertulia de
tarde. ¿Algun programa se anima?
Voy
a despedirme diciendo que respeto todas las opiniones, pero respeto más a la
gente que no dice burradas y opta por estudiar antes que creer cualquier cosa
que se publica en internet.
Hoy repito canción, pero es que creo que va con el tema y además me encanta.
Feliz
semana, leed, abrid vuestra mente y sed felices.
Mis
musas están de huelga. O de vacaciones. Hace unos días que no vienen a verme
como suelen hacer.
Normalmente
me visitan en sueños. A veces en el duermevela, esa frontera mágica entre las
seis menos diez de la mañana y las seis y trece. Cuando vienen en sueños,
suelen estar felices. Me llevan de la mano a mil sitios y tiempos distintos. Con
ellas he tomado champán helado bajo la nieve del cielo ruso. He visto auroras
boreales y les he silbado una canción para que bailen para mí. Una vez fuimos a
un 4 de Julio a ver los fuegos artificiales desde la orilla de un lago. Y en
otra ocasión fumamos opio en un barrio poco recomendable. Vi América antes de
ser descubierta por Colón. Y vi también como limpiaban la guillotina después de
decapitar a María Antonieta. He visto océanos enfurecidos y he oído como el
canto de las sirenas desviaba a marineros que se dejaban llevar por la magia. Conocí
a la señora que le hacía la colada a Leonardo Da Vinci. Y acaricié a los gatos
de Cleopatra.
Una
vez les pregunté a mis musas por qué no me llevaban a los momentos claves de la
historia. Por qué no podía ver a Napoleón, conocer a Da Vinci y no a su criada.
Ellas se enfadaron conmigo. Y estuvieron un tiempo sin venir. Pero como las
musas aprecian la adoración y yo las adoro me perdonaron y volvieron a
inspirarme. No volvimos a hablar del tema hasta que una tarde tomando café en
el Algonquin de Nueva York me preguntaron. “¿Entiendes ya por qué no conoces a
ningún famoso en tus sueños?”
Yo
no podía mentir a la fuente de mis inspiraciones y negué con la cabeza. Ya está,
pensé. Han vuelto a enfadarse.
“Estás
demasiado contaminada con la realidad para ser capaz de ver la belleza. Los
humanos estáis cegados por la fama. Pero la inspiración viene de los pequeños
gestos. Cuando despiertes Dorothy Parker se sentará en tu misma silla con sus
amigos y charlarán de arte, de literatura y se emborracharán. Hace tiempo que
no la visitamos porque sabemos que no nos necesita. Ella ha encontrado la
inspiración porque sabe mirar al mundo y hacerse las preguntas correctas. Las
musas nos escondemos en los detalles. Los gestos de los humanos. Estamos justo
antes de que estalle la revolución. Visitamos a Cervantes antes de que
escribiera la primera línea del Quijote. Le aconsejamos a Stan Lee que siguiera
soñando en superhéroes. Estábamos allí cuando los dueños de la sopa Campbell
contrataron a Andy Warhol.
Pero
tú no puedes inspirarte en las grandes figuras. Debes beber de la misma fuente
que los inspiró a ellos. Debes contactar con la esencia, con lo cuotidiano.
Mira la taza de café de la mesa vecina y piensa qué decisión estaba tomando esa
señora. O qué fue lo que pensaban en las cocinas de Versalles mientras arriba
había música en el salón de los espejos. Fíjate en los detalles”.
Y
lo intento. Juro que lo intento. Por eso me gusta observar e inventar
historias. Pero las añoro a ellas. Aún no estoy lista para volar sola. Un día
lo haré, pero aún necesito que me cojan de la mano y me guíen por el mundo. Si en
sueños, veis a mis musas, decidles que las echo de menos. Y mandadles
recuerdos. Yo las espero detrás del arco iris.
Os deseo una semana
llena de inspiración y de paseos por la cara oculta de la luna. Sed felices.
Mi
mente a veces juega a ser rara, quiere ser original y se pone a crear mundos
con un código único.
Por
ejemplo, asocio imágenes con palabras, cuando pienso en la palabra “Tristeza”,
viene a mí una imagen de un domingo de niebla espesa y calles vacías. Cuando
pienso en la palabra “Aburrimiento” veo un desierto infinito, dentro de un
lento reloj de arena. Los aromas de vainilla y canela los asocio con la gente
que me gusta. Y el sabor del chocolate negro lo identifico con la tentación. Las
primeras notas de la canción “Take Five” de Dave Bruebeck me aseguran que voy a
pasar un buen rato. Y los carteles de las películas en el metro me prometen viajes
a lo desconocido.
Y
es que nuestra mente, nuestra vocecilla interior, es la responsable de que
vivamos las cosas de una manera o de otra. Por ejemplo, puedes ir a un
mercadillo, dar una vuelta, tomar un café y volver a casa. Y aquí se acaba
todo. Has visto lo que te muestran. No has comprado nada, o quizá sí. Un cuadro
de madera que tiene dos años y está fabricado en China, imitando un cartel de
los años 50 en Norteamérica. También lo venden en Ikea.
O
puedes darte una vuelta por los mercadillos de segunda mano. Y vivirlo. Si yo
tuviera un puesto en uno, regalaría el relato de cada objeto expuesto.
Por
ejemplo, este reloj sólo marcó las horas felices. No funciona pero son las 3 y
10 como en el cuento de Benedetti, se quedó parado aquí porque fue la hora más fantástica
de su existencia. Cómprelo y seguro que algo bueno le pasa a esta hora. Eso sí,
debe mirarlo cada día, un reloj se deprime cuando no lo miran y tiende a
señalar sólo las horas amargas.
Quédese
con este pañuelo, cada vez que lo ponga alrededor de su cuello va a sentir que
es sábado por la tarde y oirá una melodía de Gershwin. ¿No le gusta Gershwin?
Entonces pruebe con esta bufanda, se quedó anclada en un concierto de los
Rolling en el año 1979. Va a pasarlo usted genial, ya me contará.
Si
se lleva este juego de café, cada vez que lo utilice le llegaran imágenes del
líquido que contenga la taza, yo una vez tomé un café tan fuerte que viajé a
Colombia desde mi salón. Fue bonito, pero me resfrié. Un paisaje precioso, eso
sí.
¿Este
espejo? Es un poco peligroso. Refleja las vidas que no hemos vivido. Sólo debe
comprarlo en dos situaciones, la primera que esté usted perfectamente feliz con
sus decisiones vitales. La segunda que sea usted profundamente infeliz con
ellas. En el primer caso se dará cuenta de la suerte que ha tenido con los
caminos escogidos. Pero si es usted infeliz, puede ver sus otras vidas como si
viera la televisión. Para entretenerse un poco. Y quién sabe si en algún momento
le inspirará para vivir su vida como quiera. Ya sabe que todo lo que usted
desee está a una decisión de distancia.
Veo
que le interesan los libros antiguos. Estos le contaran historias interesantes,
no tienen nada de sobrenatural, pero al mismo tiempo tienen toda la magia de un
libro ¿qué más podría pedir? En el fondo un libro es el objeto más poderoso que
existe, pero también el más complejo, no todo el mundo sabe utilizarlo.
No
compre esta alfombra. Está maldita. Se pierde y aparece en los lugares más
insospechados. No sé que hace aquí, la verdad es que no quería venderla. Hace años
que la tengo encerrada en mi armario de cosas para reparar, pero aparece aquí
cada domingo. No se deje engatusar, está tejida con la seda de Cachemira y
parece una ganga, pero le va a traer más de un dolor de cabeza, sobre todo
porque cuando se pierde nunca regresa vacía. Una vez vino con un señor
desconcertado, otra con una moneda celta y otra, para mí la peor, vino con día
perfecto de verano, desde entonces nunca he podido vivir otro igual, ya que
todos los comparo con aquél. Llévesela y no me la pague, me sentiría mal
cobrando por ella.
Creo que con este extraño post, lo que quiero decir es que somos lo queremos ver, y vivimos lo que queremos vivir. Nadie debería conformarse sólo con lo que se muestra a simple vista, eso reduce la vida a simple existencia.
Sigo
con mi lunes, le doy un descanso a mi mente y me pongo a trabajar. Mi reloj aún
no marca las 3 y 10. Os dejo con una orden que a la vez es un deseo. Soñad con
aquello que deseáis. Y naturalmente, sed felices.
Noviembre
nos trae el final del buen tiempo. Y con eso los festivales de jazz, el cine, el aroma de castañas por las calles y
las infusiones té con canela.
Voy a comentar alguna de las cosas que he
visto estos últimos días.
Como
una comedia siempre viene bien, me animé a ver el estreno de la nueva película
de Berto Romero y Carlo Padial, “Algo
muy gordo”. Pero no me reí mucho. Aunque tiene algún gag bueno, y se le nota
la intención de comedia un poco distinta, me descolocó bastante. Berto por supuesto está
impecable, pero es que mi debilidad por este señor no me deja tener ninguna
opinión objetiva. La historia trata del rodaje de una película en “croma”, y puedes sentir la dificultad de los actores que trabajan con ese sistema. Todos
los actores que salen son buenos pero siento decir que la película mejora
bastante cuando Carlo Padial se retira y coge la historia Berto. Podía haber
sido algo muy bueno y divertido, pero no. O quizá no supe entenderla.
Decepcionadilla
por esto, decidí hacer una doble sesión como cuando era pequeña y fui al
estreno de “La librería” lo último
de Isabel Coixet. Y tampoco me convenció. Empieza con un toque que recuerda un poco
el ambiente de “Chocolat”,
pueblecito cerrado donde se instala una librería. En el pequeño pueblo están
reunidos todos los clichés del mundo. La viuda tímida y valiente, la niña
despejada y descarada, el misántropo que en el fondo es una buena persona y vive dentro de los libros, la mala
excelentemente vestida e impecablemente interpretada por Patricia Clarkson y el
aprovechado vividor, traidor y malísimo de la historia. Abusando de las pausas dramáticas, y
con personajes más planos que las extensas llanuras de La Mancha, casi me duermo. Lo
siento. Echo de menos a la directora de “Cosas
que nunca te dije”. Echo de menos los diálogos buenos que no necesitan frases que
parecen sacadas de una taza de Mr. Wonderful.
Y
termino hablando de cine con algo que sí recomiendo.
“En cuerpo y alma”. Película búlgara
de la directora Ildikó Enyedi. Con una deliciosa y atípica pareja protagonista
que se atreve a superar las dificultades y lucha por conseguir la felicidad,
que a veces es más sencilla de lo que parece. Un viaje por la soledad, el dolor y el amor. No voy a decir nada más. Hay que
verla.
También cabe en mi fin de semana muy cultural algo de música. Dentro de los conciertos del
festival Jazz Tardor de Lleida, ayer
asistí al de Wallace Roney. Un trompetista y su quinteto que me hizo viajar en
el tiempo y el espacio con una gran actuación en el “Café del Teatre”. Hay que mencionar la increíble interpretación
del jovencísimo saxo Emilio Modeste, oiremos hablar de este chico. Es difícil explicar lo que sientes cuando vas
a un concierto de jazz y lo disfrutas. Empieza con las primeras notas y vienen las mariposas al estómago, después sin darte cuenta, algunas sintonías rescatan
o descubren imágenes que a lo mejor tenías en tu cabeza o a lo mejor tu cabeza
acaba de inventarlas para ti. Y lo mejor de todo, cuando los músicos se sueltan
y tú te sueltas con la música y en tu mente las imágenes que veías son sustituidas
por notas que se transforman en colores, sobre todo en color azul. Es como un
gran final. Después la canción suele morir, y te sientes como si llegaras a la
orilla después de hacer una gran travesía nadando a mar abierto. Cansada y feliz.
Otra cosa que
me seduce es cuando veo a los músicos salir a escena sin partituras. Con la
valentía de empezar un viaje sin mapa y sin reserva de hotel para dormir. Y me
viene a la cabeza una frase que me decía un amigo que toca la batería, “ensayar
es de cobardes”.
Sé
que os esperaríais que pusiera una canción de jazz para cerrar el post, pero
también sé que nadie la va a escuchar, así que elijo una canción de una de las
películas que vi. Esta semana salid a escena sin partituras y sed valientes, pero sobre todo sed felices.
A
veces en la vida se te cruza un instante en que todo puede cambiar. O no. Instantes
en que la decisión y la duda se baten en un duelo a muerte.
¿Habéis
estado alguna vez a punto de tiraros a una piscina y os habéis parado a mirar el agua?
Por un período pequeñísimo de tiempo, tu cerebro está evaluando si el agua
estará fría o no y durante ese momento también decides lanzarte, aunque no seas
consciente de ello. Pero si dudas demasiado, te echas atrás.
Eso
es lo que quiero decir. A veces el destino te lanza llaves para abrir puertas
que te desvían de tu camino. Y tú coges la llave al vuelo o la dejas caer. No es
mi intención ponerme metafísica pero es que la metafísica me encanta. Siempre he
creído que las puertas no aparecen por casualidad y que tú eliges y al mismo
tiempo no eliges abrirlas. Si las empujas se convierten en tu vida y si pasas
de largo, una parte de ti pasa por ellas, ampliando así nuestro multiverso.
¿Tomo
un café aquí y leo un rato o me voy a casa y veo una película? ¿Llamo a alguien
para quedar o voy a molestarlo? ¿Me voy de viaje o me quedo y así ahorro?
¿Elijo comedia o drama?
Ayer
estaba en una carretera, llevaba unos veinte minutos con la música fuerte y
cantando. Llegué a un cruce y de repente pensé. A la derecha Francia a 50km, a
la izquierda mis obligaciones a 126km. Y por un breve momento pensé ¿Y si…? Un coche
detrás de mí tocó el claxon y como si despertara cogí el camino de la
izquierda. Me despedí de mi instante de locura mirando el retrovisor y en la
siguiente curva oí como una puerta dimensional se cerraba.
De
camino a mi vida iba apoyando mi sensata decisión: la gente no hace eso fuera
de las películas, ¿a quién conoces tú en Francia? Si no hablas ni el idioma,
tienes 0 ahorros y tienes responsabilidades. Pero en un rinconcito de mi mente
yo iba conduciendo un descapotable por una carretera secundaria del sur de
Francia en una imagen muy mejorada de mí, sentía el aire en la cara y pensaba
parar en el siguiente pueblecito para tomar una copa de vino en una terraza. No
tenía planes, ni ninguna seguridad y sin embargo, me sentía tremendamente
bien.
¿Habéis
experimentado alguna vez esa sensación? No se trata de una vía de escape en un
momento desesperado de tu vida. Al contrario, eres feliz. Pero por un instante,
mucho menos de un segundo, piensas, el agua no estará tan fría.
Como
una hora y media de viaje me da para mucho, me psicoanalicé, que es un hobby
que tengo cuando conduzco. Y llegué a la conclusión de que me falta un gramo de
locura. Me falta un poquito de empuje para hacer algo nuevo, para girar a la
derecha y cogerme unas vacaciones sin permiso, para perderme y no saber a dónde
voy, para romper un poco la rutina.
Había
señales en el camino, el jueves pasado perdí mi agenda y la encontré ayer por
la noche. Estoy pensando seriamente en prescindir de ella. El mundo tampoco se
va a acabar por eso.
Para
esta semana os deseo muchas puertas para elegir, momentos en los que gana la decisión y matáis la duda y una página en blanco para llenarla de locuras. Yo prometo intentarlo. Y
naturalmente, sed felices.
Empecé
a ir a la biblioteca de muy pequeña. A la municipal. Situada entonces en la
segunda planta del Ayuntamiento de mi pequeña ciudad de provincias. Recuerdo cuando
me hice el carnet y me dijeron que podía llevarme los libros a casa. Vaya
sorpresa. Creo que mis primeros fueron un Astérix y un libro de cuentos de
Perrault o puede que de los hermanos Grimm. Me sigue gustando Astérix y me siguen gustando los cuentos.
No
puedo describir la sensación de tener todo aquel poder a mi alrededor. Eran
pequeñas ventanas a todo el mundo y a todos los tiempos. Y el aroma. El olor de
los libros siempre ha sido mi perfume favorito. Aunque estaba y está
prohibidísimo escribir en los libros, alguno de mis mejores recuerdos es estar
leyendo una novela y ver subrayada alguna frase de algún lector anterior a mí. Y
si la frase también me conmovía era como si hubiera estrechado un vínculo con
esa persona anónima. Recuerdo quedarme leyendo hasta que cerraban. Recuerdo cuando
en tiempo de exámenes me miraba las estanterías de novela que tenía aplazadas hasta terminar y pensaba: sólo una semana más y ya puedo volver a leer. Casi nunca lo cumplía
y por la noche antes de irme a dormir cogía una historia y leía, aún lo hago, una página de ficción.
Para que me acompañe y me guíe los sueños.
De
mi afición a las bibliotecas vino mi amor por las viejas librerías. Me encantan
los libros de segunda mano. Siempre creo que tienen, a parte de la historia que
te están contando, los sentimientos de las otras personas que los leyeron antes
que tú.
Creo
firmemente que las bibliotecas deberían estar abiertas las 24 horas del día. Me
imagino en las noches de insomnio, sobre todo en verano, vistiéndome y cruzando
el río, yendo a la biblioteca que ahora está enfrente de mi casa. Encontrar
allí otras almas insomnes y silenciosas que buscan billetes para viajar.
Es
el poder de las palabras. Que cuando están bien ordenadas pueden hacerte sentir
lo inimaginable. Que pueden ponerte en contacto con sentimientos que no sabías que tenías. O pueden descubrirte almas gemelas que leen las historias igual que tú.
Leed,
viajad en el tiempo y en el espacio, disfrutad de las historias y sentid lo que
sintieron otros. Y naturalmente, sed felices.
Hace
poco volví a ver un episodio de la serie “Friends” donde hablaban de una “Freebie
list”. Os explico, en una pareja monógama y feliz existe la posibilidad de un
escape, de un descanso, si es que lo necesitas, una forma de "carta blanca" a través de una lista
con cuatro o cinco nombres. Si los nombres están en la lista, tienes la
oportunidad de tener sexo con ellos y tu pareja no puede reclamarte nada.
También
en una película de 1985 “Insignificance” sobre un encuentro entre Albert
Einstein y Marilyn Monroe, se hablaba de este tipo de lista. Ella había incluido
al genio. Y luego se dio cuenta de que era muy mayor. Al darse cuenta de su edad él le pregunta “¿Me borraste?” ella
le responde “Te puse el primero, podías morir antes”. Casi no recuerdo la
película pero he comentado varias veces la escena.
Creo
en la monogamia. Aunque no sea para toda la vida. Pero creo que si encuentras a
alguien a quien quieres y tienes la inmensa suerte de ser correspondido, ni se
me ocurriría poner los cuernos. Pero como cada relación es un mundo, no voy a
entrar en estas cosas.
La
semana pasada tuve una conversación sobre “La lista” con unos amigos. Para mí, habría
que pactar unas normas.
La
primera es que todos los nombres de la lista deberían ser aceptados por tu
pareja.
La
segunda es que deben ser celebridades, de cualquier ámbito, aunque dudo que
alguien ponga a Mariano Rajoy pero eso nunca se sabe que su público tendrá,
digo yo.
Otra
norma es que la relación con la celebridad no puede repetirse. Puedes acostarte
con Scarlett Johansson. Varias veces. Pero el mismo día. Y debes prometer que
nunca más mantendrás contacto con ella. Aunque estoy imaginando al superhéroe
que le diga que no a Scarlett diciendo, mi señora me espera para cenar.
A
la segunda ronda de cañas, ya estábamos dando nombres. Tengo una amiga que
tiene debilidad por los cantantes asiduos al Primavera Sound y festivales
similares. No recuerdo su primer nombre pero sí recuerdo el fervor con el que
incluyó a Damon Albarn de Blur en su tarjeta imaginaria. Con otra coincidimos sólo en el primer nombre. Y como imagino que alguno tendrá
curiosidad, voy con mi lista. Naturalmente el primero sería John Hamm. Y además
debería encenderme los cigarrillos con la misma elegancia que Don Draper.
Esa
seguridad con la que entra en una habitación y cuando mira a alguien la
convierte en la persona más importante del mundo me puede.
El
segundo puesto sería para Colin Firth. Con gafas. A lo Kingsman. Creo que no
hacen falta más explicaciones. A todas nos convence Colin Firth.
Para
el tercero cambio de registro. La testosterona rubia de de Chris Hemsworth.
¿Qué sería una lista sin un dios?
El
cuarto sigo con la testosterona y elijo a Jason Statham. Creo que a nadie le hace falta
explicar el por qué. Seguid su cuenta de Instagram.
Y
el quinto y no menos importante, con un look totalmente distinto Idris Elba.
Elegante a la par que poderoso.
Naturalmente
hay nombres que quedarían totalmente excluidos como Ethan Hawke, Ewan MacGregor
o Tom Hiddleston. ¿Por qué? Porque ya estoy demasiado enamorada de ellos como
para acercarme más.
Queda
en suspenso el qué contestarían dichas celebridades a las propuestas indecentes
de las groupies que se les acercan. Seguramente yo necesitaría un mes de
psicoterapia antes de acercarme a un famoso para pedirle fuego, imaginaos para
llevarlo a la cama. Pero ya quemaremos ese puente cuando lleguemos a él.
Con
mi suerte, me pasaría como a Ross, que encuentra a Isabella Rossellini cuando ya
la ha quitado de la lista. Os dejo la
escena para que os riais. Y vuelvo otro día con un post menos frívolo. Lo
prometo. Amad mucho y sed felices.
Hay
cosas que casan bien. Por ejemplo el café y las mañanas, el jazz y el vino
tinto y naturalmente el cine y el mar. Es por eso quizá que disfruto mucho del “Festival
de cinema fantàstic de Sitges” que este año cumplía su 50 aniversario. Y esperemos que cumpla muchos más.
Tengo
para vosotros algunas recomendaciones y algunas advertencias. Ante todo no hay que dormirse a la hora de comprar entradas o terminaras viendo lo que encuentres y
será como una ruleta rusa cinematográfica. Dentro de la ruleta que me tocó vivir; dos películas,
la primera: “Housewife” del turco Can Everol. Este señor, arropado por las
actrices principales y su madre desde el patio de butacas contaba ya con unos
fans de esos que le conocen por su película anterior. Yo no lo conocía de nada,
pero al ser una novata y espectadora amateur tampoco me preocupé. La película
cumplía con las dosis de sangre que esperaba el público y empezó bien, pero
después ya me perdí en el mundo onírico de ese señor e iba mirando las
reacciones de la mamá que estaba entre orgullosa y preguntándose “¿De dónde le
viene tanto trauma a mi niño?. Si la véis es bajo vuestra responsabilidad. Pero los fans parecían medio contentos.
La
segunda en la ruleta rusa: “Real” del coreano Sa-Rang Lee. A quien tampoco
conozco, para que nos vamos a engañar. Esta historia me dejó con ganas de ir a
ver un Marvel y así al menos ya sabes a lo que vas. También pensé si es esa la razón por la que quiere bombardear Donald Trump Corea, pero luego vi que no era la misma. La primera escena me encantó. Prometía. Y eso es
todo. Porque a partir de esa escena, la película fue desarrollada y terminada según mis
agudas deducciones por las señoras de la limpieza del director a quien les
deben encantar los desnudos muy sexis (eso sí) y los brownies de Marihuana para merendar.
Porque no entendí nada. Nadie lo hizo. Hubo pocos aplausos y muchos bostezos. Se
dice que es la peor película de la historia del cine coreano en diez años, cosa
que me hace pensar ¿Qué película peor que ésta filmaron diez años atrás? Mejor
no saberlo.
Pero
lo bueno de ir a ver pelis a ciegas es que te encuentras también buenas
sorpresas. Por ejemplo “Love and other cults” de Eiji Uchida, donde la falta de
sangre se compensa con violencia muy explícita, pero diremos en su favor que también sabe combinar bien el humor, el amor y la supervivencia
del ser humano. Tiene una frase tan buena que me quedó grabada en la mente “En
Tokio cada día se pierde un alma, pero también cada día puede salvarse otra”.
¿No es eso un buen resumen de la vida misma?
La
otra sorpresa de la que no voy a decir mucho es “What happened to Monday?” de
Tommy Wircola. Futura sociedad distópica con un control de natalidad muy
especial. La gran interpretación de la actriz Noomi Rapace y la historia
hacen que pases dos horas en un abrir y cerrar de ojos. Eso sí, más acción que
diálogo. Cosa que va bien cuando el señor de delante mio ha decidido creparse el pelo para que yo no pueda leer los subtítulos.
Para
el final me guardo mi joya de la corona. “Loving Vincent” de Dorota Kobiela y
Hugh Welchman; a partir de la muerte del pintor Van Gogh conocemos un poco más
su vida. Es una película de ritmo calmado que no lenta, donde la gracia también está
en que fue rodada por actores pero pintada encima artesanalmente y fotograma a fotograma por 100
pintores durante 4 años. Y puedes ver los cuadros de Vincent Van Gogh cobrando vida.
Si con esto no te convenzo, ve por la bondad, por la tristeza, por la belleza,
por la alegría del color y porque yo te la recomiendo y con eso ya no deberías
dudar. Al fin y al cabo te he salvado de “Real”.
El sábado por la mañana antes de empezar la película le dieron el premio honorífico a Tony Isbert. Nieto de Pepe Isbert e hijo de María Isbert. El señor dijo estar agradecido y sorprendido, había estado en el festival desde siempre y fue emocionante verlo emocionado. Sus papeles de joven de galán y de mayor de malísimo de la historia, son un referente del teatro, el cine y la televisión. Me quedo con su frase "He sido un aspirante al bueno y un meritorio del malo".
Para
resumir un poco diré que hubo algo en común en alguna de las películas que vi
en Sitges. A más de un personaje interpretado por el mismo actor o actriz y
como conoces a una persona a través de lo que la gente te cuenta de él. Eso me
hace reflexionar un poco y preguntarme sobre quién somos en realidad o quién
creemos ser. Si interrogo a algún amigo sobre ti ¿Qué va a contarme? ¿Sabemos cómo
nos perciben los demás? Y en caso que sí, ¿nos gusta? Me atrae tanto el tema
que puede que le dedique un post más adelante. Con trabajo de campo incluido.
Mientras
tanto, me despido de vosotros con un consejo. Id al cine. Solos o acompañados.
De buen o de mal humor, de día o de noche. Disfrutad de las mil historias y
viajes que os va a regalar la gran pantalla. Y sobre todo sed felices.
“Be
clearly aware of the stars and infinity on high. Then life seems almost
enchanted after all.” ―Vincent van
Gogh
Los miércoles hay que hacer
algo que te encante para subir un poco el ánimo. Así que voy a ignorar la
realidad que me rodea y a escribir un poco de ficción que le he ido pillando el
gustillo.
“Sitges 2017.
Marcos se ata el pañuelo al
cuello. Seda italiana. Color azul. ¿Qué tendrá el color azul que te transmite
esta especie de calma y buen humor?
Su cita es a las 7 de la
tarde. Pero naturalmente llega antes. Cruza la terraza del hotel modernista con
paso seguro, todo lo seguro que podía ser con el bastón y sus setenta años a la
espalda. Ve distintas mesas bajas con sillones de mimbre. Y busca al encargado.
-Buenas tardes. Tengo
una cita importante y quiero la mesa con vistas al mar. Espero que no aparque
ningún coche delante. Sería un inconveniente. Vamos a tomar unos gintonics y
luego queremos cenar. Pero como no me fio del tiempo quiero que me arregle una
mesa para 3 o 4 dentro.
-No sé si podré,
estamos en agosto y todo está lleno. ¿No tiene reserva?
Marcos mira al encargado
como si le hubiera pedido algo ridículo. Le pondría la misma cara si el
encargado le hubiera dicho “voy a quitarme los pantalones y a bailar algo”
El silencio dura unos
segundos que se alargan incómodamente. Como esas panties que te compras una
talla mayor para asegurarte de no romperlas y después resulta que te quedan
debajo de las tetas. El encargado ve como una de las clientas de la terraza
sigue con mal disimulo la conversación. Y Marcos sigue mirando inmóvil.
Impasible.
-Lo tendrá todo
preparado. ¿A qué nombre debo preparar la mesa?
-Marcos.
-Perfecto don Marcos.
-Marcos. Sólo Marcos.
-Puede esperar en su
mesa de la terraza Marcos.
El encargado intenta no
secarse la gota de sudor que resbala por su frente y entra al restaurante.
Marcos se sienta en su mesa y mira el mar. Pasan menos de dos minutos hasta que
llegan sus invitadas. Las dos mujeres bajan del tren turístico sin pizca de vergüenza
y con toda la dignidad del mundo. Una va vestida de lino blanco, es alta y
delgada. Su bronceado va a tono con las joyas de oro que luce. Cadenas,
pulseras y anillos tintinean llamando a las hadas hasta llegar a la mesa. La
otra un poco mayor, con una blusa tan cara como floreada camina con más
dificultad. Su peinado es un poco anticuado. Y camina imperceptiblemente medio
paso detrás de su amiga.
Marcos se levanta y saluda a
las dos. Se quita el sombrero y las besa en la mejilla, ofreciendo la silla a
su lado a la bronceada Venus de la tercera edad. Ella como si no se diera
cuenta del ofrecimiento se sienta enfrente. Y deja a su amiga la silla al lado
de su anfitrión.
La clienta indiscreta rubia,
sigue mirando, sin pizca de disimulo, la escena. Marcos lo nota y le sonríe. Pero
sigue en su papel de maestro de ceremonias. Saca dos bolsas de la nada y se las
da. Una para cada una.
-Es sólo un
detallito. Para endulzar nuestro reencuentro. Toma Silvia.
-Gracias.
-Y toma Lisa.
La cara de Lisa se ilumina. Si
tuviera que comparar la mirada de ilusión de Lisa sería difícil. No es como un
niño recibiendo un regalo esperado. No. Es más bien como alguien recibiendo una
buena noticia. Es más bien como alguien que ha dejado de ser invisible de
repente. Silvia saca la caja de bombones de la bolsa. Godiva. La vuelve a
meter.
-¡Unos Godiva,
Marcos! No tenías que haberte molestado.
-Es un placer veros
sonreír. Lo mejor para mis mejores amigas.
Y le guiña un ojo a la
clienta que ha pedido una segunda copa de vino e intenta hacer como que lee,
pero en realidad está siguiendo la historia con interés.
Marcos se arregla sus
pulseras. Y Silvia las mira con cierto desprecio. Es un poco esperpéntico que
un señor de edad vaya con pulseras hippies de cuero e hilo. Por mucho traje
blanco que lleve, siempre seguirá siendo un pringado.
Llegan los cócteles dos
gintonic y un vodkatonic para Silvia.
Hablan durante largo rato. Y
se oyen frases sueltas como, “que mayores somos”, “¿recuerdas el verano en Ibiza?”
“¿Estáis en contacto con la vieja pandilla?”…
La conversación fluye hasta
que va languideciendo. Marcos mira el cielo. Un avión pasa iluminado por los
últimos rayos de sol de la tarde.
-Creo que la
esperanza se parece a esto.
-¿A qué?
-A un avión iluminado
por los rayos de sol que nosotros ya no tenemos. El sol se ha puesto, pero como el avión está más alto nos hace dar cuenta de que el sol aún está aquí.
-Muy bonito. ¿Sigues escribiendo?
-Ya hace años que no.
Mi negocio me deja poco tiempo. Pero siempre tengo un instante al día en el que
la belleza me sorprende. Entonces echo de menos mi máquina de escribir.
-¿Negocio? Nunca supe
que fueras empresario. Lisa ¿Tú lo sabías?
-Primera noticia. ¿A
qué has dedicado tu vida Marcos?
-Más que negocio me
describiría como autónomo. Aunque me va bastante bien. Sigo trabajando claro. No
por el dinero, sino por el qué haces cuando te levantas. Me gusta lo que hago. Me
da cierta paz.
-Bueno y ¿Qué haces?
-Oh, que modales.
Bueno, no es algo que vaya diciendo por ahí pero sois mis amigas de siempre.
Soy sicario. Elimino problemas. Sería como una empresa de limpieza.
El silencio dura un poco
más. La clienta que ha seguido la conversación palabra por palabra se termina
la copa de vino y pide un vodka. Silvia se pone a reír. Lisa mira a los ojos de
Marcos y sabe que no miente.
-Silvia, siempre has
pensado que yo era un poco apocado. ¿Me equivoco? Y siempre has sabido que
estaba un poco enamorado de ti ¿verdad? Fuiste un poco cruel de joven. Pero ya
te he perdonado. El tiempo suaviza las cosas.
-¿Qué dices? ¿Enamorado
de mí? Siempre he pensado que jugabas en otra liga. De hecho lo último que sé
es que vas con un hombre muy atractivo a todos lados.
-Oh, es mi fisio.
También es mi jardinero, mi chofer y por supuesto mi amante. No soy gay. O no
lo era. Pero a veces el amor lo encuentras así, donde no te esperas.
El encargado se acerca y les
avisa que la mesa está preparada. Se levantan y entran al restaurante. Seremos
cuatro. Esperaremos a mi amigo.
-Por supuesto Marcos.
Llega el amigo y es
presentado a las dos mujeres. Enseguida congenia con Lisa a quien le encanta la
jardinería.
-Claro, Lisa puede
dedicarse a eso porque nunca ha tenido que trabajar. Sus padres la dejaron
forrada. Y los negocios van solos.
-No te quejes Silvia,
tú hiciste un buen negocio con tu matrimonio. Y ahora que tu marido ha muerto. Te
quedas con todo.
-Bueno, la verdad es
que de eso quería hablar.
Las dos mujeres miran a
Marcos con curiosidad.
-Siento que hayas
enviudado. Aunque no nos engañemos. Seguro que piensas que unos años antes todo
hubiera sido mejor. Con tu marido al final fue un infierno. No pongas esa cara.
Lo sé perfectamente. Siempre estudio a mis clientes antes de aceptar un caso.
Silvia empieza a toser.
-¿Qué dices Marcos?
-Oh, tú eres el
objetivo. Mira al final nos vemos en una cena de trabajo. Estoy seguro que esperabas una torpe declaración de amor. No, no grites. Puede
que aún tengas una oportunidad. La herencia no será para ti. Será para la
amante de tu marido y sus hijos. Vamos. Sé que lo sabías. Pero te tengo cariño
y he pensado mucho lo de tu muerte. No mires los bombones. No están
envenenados. En cambio el Vodkatonic sí lo estaba. Fue un riesgo menor. Sabía que
Lisa pediría lo mismo que yo. Sabía que tú pedirías algo distinto. Por eso es
tu bebida la envenenada. De hecho envenené la botella de vodka más caro. Creí
que una clienta iba a morir también. Se ha pedido un vodka mientras estaba en
la terraza. Pero he visto sus zapatos y eran muy baratos. Entonces he visto que
se salvaría. Nadie pide un Diva Premium. No te preocupes. No es instantáneo. Te voy
a dar dos opciones. Una incluye el antídoto. En la otra nos despedimos para
siempre. No suelo hacer esto con nadie. No es profesional. Pero una vez te
quise. Y nadie olvida el primer desamor. Vamos a negociar.
Silvia está llorando y
asiente callada. Lisa pide otra botella de vino. Al final la noche ha sido divertida y diferente. Siente cierta liberación y tiene ganas de coquetear con el chofer, que le hace caso y más desde que sabe que está forrada.
-¿Vamos a la terraza?
Creo que ellos tienen negocios que tratar.
Y salen del brazo. El chófer
le sonríe. Esta mujer es un encanto. Y tiene la moral flexible. Creo que éste
es el principio de algo grande. Y muy conveniente.
He
pensado mucho sobre si hoy debía publicar mi post o no. Antes del 1 de Octubre
tenía pensado un post optimista y divertido. Pero después de lo acontecido
ayer, quiero escribir en rosa pero me sale negro, como dijo Marisa Paredes una
vez. Me siento triste. Ese sentimiento a veces necesario para limpiar un poco
tu alma, hoy se muestra como un arma de doble filo. Corro el peligro de que la
tristeza me trague y me deje hundida en pozos profundos.
No
voy a hablar sobre la validez legal del referéndum de ayer. Bastante se ha
dicho ya. Pero si alguien tiene las narices de justificar el acto violento,
sinceramente lo desprecio. Estoy harta del odio. No sé cómo, pertenezco a
variopintos grupos de whatsapp. En estos grupos hay gente de distintas
ideologías y territorios. Y durante el mes de septiembre he hecho esfuerzos
sobrehumanos para no salir de ellos. Porque la voz de unos no es la voz de
todos. Porque lucho por creer en el ser humano. Pero cada vez me cuesta más. Un
día la semana pasada al despertar, vi la luz led verde que me avisaba de mensajes
entrantes. Al abrirlos, no me encontré el esperado “Bon dia” que tengo la
suerte de recibir a menudo. Dos mensajes de grupos distintos. En uno “Votarem”,
con un texto bastante agresivo que dejaba a los que no pensaban que Cataluña
debía independizarse, al nivel de facha votante del PP. El otro, una foto de la
Sagrada Família de Gaudi, con el título “Fiesta de la Porra” el 1 y 2 de octubre
en Cataluña. Con la actuación estelar de la Guardia Civil y puede que el
ejército de España. Así estamos. El odio de la gente. Si el referéndum no es
válido, ¿a santo de qué la violencia de ayer?
Nunca
he creído en las fronteras. He dejado de creer en la política desde que se
dedica a utilizar al ciudadano como arma arrojadiza. Los abuelos que ayer
acudieron a las urnas, se vieron golpeados no sólo en la cabeza, también en sus
ilusiones. Los jóvenes que no han vivido nunca una represión tal, están
sorprendidos y enfadados con el mundo.
El
acto de ayer, represivo en plan “La maté porque era mía” habla mal de la
relación que tenemos con España. He oído a la gente decir barbaridades que no
esperaba.
Nunca
he soportado las historias de “lo que pudiera haber sido y no fue”. Y ayer
debería haber sido una fiesta. Mostrando la voluntad de un pueblo. Haciendo que
los políticos se sentaran a hablar. Pero no ha sido así. Lo de ayer fue una vergüenza.
Absoluta. Imperdonable. Casi diría que irreparable. Y no dividió al mundo entre
independentistas y no independentistas. Dividió al mundo entre los que
justifican la violencia y los que no. Entre agresores y agredidos.
Imagino
que poca gente leerá este post. La gente está herida. Pero yo seguiré
intentando creer en las personas. Aunque cada vez me cueste más. Y seguiré
defendiendo el derecho a expresar tus ideas, aunque no sean las mías. Sed
felices. Necesitamos ser felices.
Se
han terminado las vacaciones y toca volver a la vida cuotidiana. No creo en el
amor a primera vista y eso me pasó con Londres. Hace cinco años ya lo había
visitado y no me convenció del todo. Pero esta vez, sí podría decir que me he
enamorado un poquito de la ciudad. Para empezar, voy a desmitificar eso de que
los londinenses son bordes. Con la sola excepción de una señora parecida
físicamente a Gloria Fuertes que trabaja
en el aeropuerto, y que me repitió la misma frase unas 15 veces después
de que yo le preguntara algo, los demás han sido encantadores. Absolutamente todos. Pacientes con mi
oxidado acento, dejándome mesa en los pubs y dándome direcciones y consejos
cada vez que los pedía.
Mientras
estuve en la ciudad hubo un ataque terrorista, afortunadamente fallido por lo que pudo haber sido, en el
metro. Pues aparte de la invasión policial por las calles, que impresionaba
bastante, los londinenses siguieron con sus vidas. Pero lo que me llamó la
atención fue que el hashtag de twitter que fue trending topic en minutos era
#putthekettleon. Gente ofreciendo ayuda, poniendo en marcha sus hervidores de
agua para dar té y “scones” a todo el que lo necesitara. ¿Qué no se soluciona con una reconfortante taza de té? Los restaurantes
ofreciendo comida gratis. Sé que pasa lo mismo en muchos lugares,
desgraciadamente se pudo comprobar en Barcelona hace poco. Pero ese tipo de
unión entre extraños, ese raro compañerismo que no entiende de nacionalidades,
de religiones o de razas me hace tener esperanza en el ser humano. Y
tristemente me sorprende.
Pasemos
a lo que interesa que son mis vacaciones en la ciudad. Pues la verdad es que no
voy a hacer una guía turística, porque a estas alturas todos habéis visto
Londres antes que yo y seguramente mejor. Pero puedo decir que me encanta
Covent Garden, donde siempre que entro hay músicos tocando. Esta vez al entrar,
escuché “Ojos Negros” la canción tradicional rusa, y naturalmente me ganaron
enseguida.
El
espíritu de Twiggy ya no está en Carnaby Street. Sin embargo parte de la “movida”
un poco alternativa donde se mezclan milenials, turistas, locales y un chico “aupair”
que vuelve a finales de mes y se emocionó al escucharme hablar en catalán, es
el mercado de Camden. Situado en unas antiguas caballerizas, puedes encontrar
de todo, desde churros, comida vegana, vestidos vintage, cámaras antiguas, cerveza,
gogos en las tiendas de ropa y un surtido sexshop en el sótano de una tienda de
camisetas, con una excelente colección de columpios sexuales y carteles de
advertencia de: “No prueben el género en la tienda”. Sentido del humor tienen
los británicos, de eso no me cabe ninguna duda.
Como
no solo de mercadillos modernos vive una, aproveché para visitar la Tate
Modern. Con mi gran dominio del arte contemporáneo, lo que más entendí fue al guía
que te da la bienvenida en tu idioma. No, en serio, hay obras preciosas,
algunas te dan escalofríos y otras te emocionan con su belleza. Pero también
hay cosas que no entiendo. Eso sí, hay que verla. Nunca dejéis de ver arte.
También
hice de turista y vi la Torre de Londres. Dice la leyenda que el día que los
cuervos se marchen de la Torre se va a terminar la monarquía británica. Es por
eso que los cuidadores miman a tan extrañas e inquietantes criaturas y por si
acaso les recortan un poco una de sus alas. No fuera caso que se les escaparan
y mandaran a Isabel y su prole a la cola del paro.
Hice
un tour por el East End visitando los lugares donde encontraron a las víctimas
de Jack el Destripador. Y por supuesto vi un par de musicales. Uno menor.
Aunque sea de Gerswin. “Un americano en París”. Donde todos cantan y bailan muy
bien, pero la verdad es que el protagonista tenía más química con el pianista
que con la chica. Y como no era el Gene Kelly de la película, pues claro, no me
gustó tanto.
Y
después un gran musical. De esos que te hacen querer volver a verlo. Y salir
cantando por la calle. Sí, podéis visualizarme cantando camino del metro. Lo
hice. Emocionadísima y creyendo en la magia otra vez. Naturalmente hablo de “Wicked”.
Que sirvan vino en el teatro y puedas beberlo mientras ves la obra te ayuda a
perder la vergüenza a la hora de cantar camino al hotel y te hace dar cuenta de
lo adelantados que están los ingleses en cuestión de placeres cuotidianos.
No
os voy a contar mucho más. Que mis posts son cortitos y hoy me he pasado. Que
el otoño sea amable con vosotros y vosotros sed amables con todo el mundo. La humanidad
necesita volver a confiar en la bondad de los desconocidos. Nos vemos pronto.
Sed felices.
Hoy
no tengo muchas ganas de escribir. Pero como es lunes y voy a coger unos días
de vacaciones del blog aprovecho para despedirme de vosotros.
Mis
próximos planes son: un viaje a Londres, donde por fin iré a ver teatro musical
en el mismo West End, como siempre había soñado. Volver y coger unos días de
vacaciones en la playa. Aunque haga frío. Y naturalmente tendré que reenganchar
el trabajo al final de esto. Pero ya se andará.
Aunque
tengo un problema. Me aterra volar. Y mientras escribo esto, tengo un episodio
de “Mentes Criminales” de fondo. Mientras los detectives están en el avión,
vienen turbulencias y alguien se asusta. Mandy Patinkin le pregunta: ¿Problemas
con el control de las cosas?
Y
sí, me he quedado pensando que a lo mejor ese es mi caso. Quiero controlarlo
todo. Quiero que todo me salga tan bien como he planeado y cuando no pasa me
decepciono. Y estoy segura que si Mandy Patinkin lo ha dicho, eso es cierto al
cien por cien. Iñigo Montoya nunca me mentiría.
Conociendo
la raíz del problema, a lo mejor puedo solucionarlo. O tomarme una pastilla, o
tomar un vino en el avión, que con la altura me relaja seguro.
Dejemos
fobia a volar de momento y pasemos página. Hoy hace tanto viento que estoy
segura que si no cierro la ventana voy a amanecer delante del Mago de Oz. Sé
que llego un poco tarde, como casi siempre, pero este viento me recuerda que
tengo entradas para el musical “Wicked”. Y pienso corear interiormente “Defying
gravity” mientras esté en el teatro. Me gusta ese himno a lo imposible. Y creo
que hoy es justo lo que necesito.
Estos
últimos días me ha venido a la cabeza la expresión “Tempus fugit”. Sí, el
tiempo vuela y perderlo es una especie de insulto a nosotros mismos. Lo que no
digamos, se habrá perdido. Lo que no hagamos, no vamos a disfrutarlo. Así que
doy un paso adelante sin mirar el terreno que piso y me propongo disfrutar del
presente sin tanto control, sin estudiar tanto las cosas y sin preguntarme si
he hecho bien o no.
Este
post es más cortito y carece absolutamente de sentido literario. Pero como todo
lo que hago, está escrito con el corazón. Deseadme suerte. Deseadme buen viaje.
Y deseadme que sea feliz. Yo os lo hago siempre. Hasta la próxima.
Estoy
a leer una frase motivacional más en Facebook y empezar a tener un ataque psicótico. Sobre
todo de los que saludáis a los meses como si fuéramos todos Teletubbies. Parad ya,
por favor. Vuestro cerebro no os lo dice, pero sufre en silencio.
Y
como me niego a saludar a los meses y pedirles que se porten bien conmigo (porque yo no veo Tele5 y tampoco tengo 12 años), vamos
a hablar de cosillas interesantes.
Por
Facebook también me llega un “meme” que dice:
“Si tu novia te pide que le
escribas algo bonito escríbele esto: (∂ + m) Ψ = 0”.
Se trata de la ecuación de Dirac. Que
significa (resumido para rubias y todos los que no sean físicos teóricos) que
si dos sistemas interactúan uno con otro durante cierto tiempo y luego se
separan, siguen siendo dos sistemas aunque de una manera sutil son uno, ya que siguen influyendo
entre ellos. Aunque estén en lados opuestos del universo. Aunque haya pasado
mucho tiempo. Así es la magia de la física cuántica. La belleza de este concepto
me parece infinita. Y pienso que esta ecuación es extrapolable a las relaciones
personales. Y me gusta. Porque la idea de que un poco de nosotros se quede en
otra persona tiene algo de tristeza poética, pero también tiene algo de
esperanza para la humanidad.
Ayer alguien me aconsejó que debía limitar
mi empatía. Y aunque para mi salud mental estoy de acuerdo, a veces me parece
que sentir lo que sienten otros me acerca al 1+1=1. Esa cosa zen de que todos
estamos unidos.
Y después de insultar a la física y a la
matemática y acabar hablando de cosas hippies, voy a pasar de los números a las
letras.
Creo en la sonoridad de las palabras. Hay
palabras intraducibles a nuestro idioma que expresan estados de ánimo o ideas. Hay
palabras que al escucharlas te producen un escalofrío agradable o a veces no
tan agradable. Es por eso que creo que las palabras tienen tanto poder como los
conjuros mágicos. Y apoyando mi hipótesis sólo hay que buscar un libro de
brujería para saber que con los remedios de hierbas venían unas oraciones. Aunque
mi punto de vista no es tan esotérico, creo absolutamente en el poder de las
palabras. Y animo a todos mis alumnos a leer y enriquecer su vocabulario,
aunque ellos me contesten con un “Ok”.
La primera palabra es catalana.
“Tarannà” que sería la forma de ser o de
comportarse de alguien. Aunque algunos traductores os dirán que equivale a “carácter”
no es del todo cierto.
“Komorebi” es como dicen los japoneses a cuando los rayos de sol se filtran entre los árboles. Sé que habéis leído la
definición y os ha aparecido una imagen, a cada uno distinta de vuestra propia
experiencia. No me digáis que eso, no es magia.
“Billabong” sí, es una marca de ropa.
Pero también es el agua estancada que sólo se convierte en río en la época de
lluvias. Viene del Wiradjuri, un dialecto que se habla en Australia.
“Ramé” viene del balinés y es algo
caótico y bello al mismo tiempo.
“Toska” es como los rusos sienten
nostalgia del lugar donde nacieron.
Y como he hablado antes de “Memes” de
internet, os contaré que los llamamos así por Richard Dawkins un zoólogo que
expone la hipótesis memética de la transmisión cultural. ¿Cómo os habéis
quedado?
Aunque ya he dedicado algún otro post a
palabras curiosas, es un tema que me interesa y no descarto dedicar algunos
más.
Hoy os dejo mientras en mi mente suenan estas palabras, y quiero que leáis mucho y disfrutéis porque la vida es breve y hay que llenarla de todo aquello que nos hace mejores. Os dejo con Françoise Hardy que le pega a Septiembre.
Con
el final del verano, te bombardean con consejos para superar la depresión post
vacacional. No los creas. No existe. Lo que pasa es que la memoria es amable y
no te permite ver la mierda de verano que has tenido.
En
serio ¿Cuántas veces has dormido hasta que el cuerpo te ha dicho basta? ¡Ja! Seguro
que si no te han despertado tus hijos, ha sido el calor, o el ruido, o el calor
otra vez, que este año ha sido mucho.
Y
tus días fuera de casa ¿Has hecho el viaje soñado? Deja que me ría. Lo que has
hecho ha sido ir a un apartamento de playa a pasar una semana, a pelearte por
un pedazo de arena rodeado de guiris quemados y a pagar 3€ por una caña en vaso
de plástico del chiringuito, que además se calienta en 4 segundos. Has salido
poco de restaurantes, porque la verdad es que las colas eran inaguantables. Cuando
lo has hecho, has encontrado camareros que curran 12 horas por el sueldo mínimo
y que aún así te atienden y piden perdón por el retraso pero es que en agosto
ya se sabe. Y tú los has mirado con ese aire de “que mal servicio, no vuelvo aquí
ni de coña”, y has seguido quejándote hasta que te han invitado al café.
Y
ahora viene septiembre, y lo mejor es que los precios han bajado. Así que si el
año que viene puedes elegir, pide vacaciones para este mes y no seas pringado.
Si
después de despertar a tu memoria real, sigues teniendo la falsa depresión
inventada por los comerciales para que consumas más, empieces cursillos y
compres libros de autoayuda… te recomiendo que hagas un examen profundo y
pienses en lo que quieres cambiar de tu vida. Porque tu vida, no es la semana
pasada, en el mejor de los casos, en un crucero mediterráneo, tu vida es cada
mañana cuando abres los ojos. Así que dedícate a hacer pequeñas cosas o grandes
gestos para mejorarla. Todos a tu alrededor te lo agradeceremos. Y por cierto,
a nadie le interesan las 173 fotos de puestas de sol. Así que no organices una
cena para enseñarlas, haz una selección y que juzgue instagram. Los tiempos
cambian.
La
verdad es que yo no suelo sufrir depresión postvacacional. Trabajar en agosto
es un lujo porque todos estamos relajados.
Septiembre
me encanta y octubre aún más. El secreto está en ser feliz con las pequeñas
cosas.
Así
que despierta con una sonrisa, no creas en depresiones y vete a la cama feliz.
Y
después de este post que parece estar escrito en imperativo y a voz de grito (la verdad
es que me ha inspirado el anuncio número tropocientos de “termina el verano,
vitaminas y de cursos o coleccionables en fascículos”) os cuelgo una canción.
Una de “mis” canciones fetiche. También es una de mis pelis fetiche o lo fue hace mil veranos. Disfrutadla. Y os dejo con otro imperativo: sed felices.
Mi trabajo consiste en la
continuidad. Desde mi despacho puedo ver por la ventana el paisaje que
necesite. Hoy tengo tras mis cristales un pueblo de casas blancas junto al mar.
Oigo los gritos de las gaviotas y el cielo y el agua se funden en un “degradé”
de colores que voy a copiar para mi próximo pañuelo echarpe. Azul Grecia. Siempre
me ha gustado este color. Me trae recuerdos de tardes al sol, de mañanas
frescas de Junio cuando parece que todo está por llegar y de atardeceres frente
al mar.
Mi próximo proyecto no es
difícil. Tengo completo el próximo grupo que debo enviar a luchar. Debo decidir
dónde. Estudio cada perfil de mis “soldados”. Han tenido vidas duras. Este grupo
merece un poco de diversión. Miro mis volúmenes de historia. Los he pasado
todos a digital pero me gusta el ruido del papel al pasar las páginas.
Naturalmente conozco toda la historia mundial de memoria, pero ésta es distinta y se basa en
los pequeños detalles. Cojo un grueso volumen y lo abro al azar, la casualidad
es una parte importante de mi trabajo. Leo atentamente.
“Lisboa 31 de Octubre
de 1755. Amanda se despierta temprano, ha dormido mal, ha oído perros ladrando
toda la noche, en cuanto se levanta tiene un escalofrío, un mal presentimiento…”
También es mala suerte, no quiero saber si Amanda sobrevive al terremoto y al
incendio, pero imagino que no. Cierro el libro y me preparo un café. Leo un
poco más sobre mi grupo. Dos informáticos, un médico, una panadera, un
peluquero, dos maestras de guardería y una física teórica. Es un grupo pequeño.
Uno de los informáticos está casado con una de las maestras de guardería.
Aunque él tiene una amante, y eso hace preguntarme si la amante también debería formar
parte del grupo. Decido que no. Más adelante los volveré a juntar, pero esta
vez merecen estar separados. Después de mi segundo café vuelvo a probar suerte
y cojo otro tomo de la estantería.
“China en tiempos de la
dinastía de Qin Shi Huang.
Xiao Chen se siente
afortunado. Se levanta temprano y va directamente al taller. Hace mucho tiempo
que trabaja tallando soldados. Cada uno distinto. Él conoce algunos de los
soldados y le da pena que cuando terminen de tallarlos todos tengan que morir
para dejar su alma allí…”
Paro de leer. Me gusta que
la gente crea en cosas. Aunque sé que los guerreros no dejaron su alma en las
esculturas, no toda su alma al menos. Pero en esa época se creía en cosas y eso me decide. Puedo mandar al grupo allí. Voy a
seguirlos atentamente. Deberán volver a aprenderlo todo. Aprenderlo diferente. Olvidar lo aprendido. Cojo el dossier de
facilidades y veo que les toca ser bastante afortunados. Los voy a enviar a China. Nada
de tecnología. En familias de distintas clases. El matrimonio tardará en
conocerse y ella que es la engañada será la privilegiada ahora. Lo siento chico,
te toca pagar un poco de karma.
Miro por la ventana. El azul
me relaja y me da fuerzas para todo el trabajo que me queda por delante.
Empiezo con los diagramas familiares. Continuaré un par de días con las
conexiones fugaces con otros grupos. Me da un poco de envidia la suerte que
tienen al volver a empezar. Aunque a veces me pregunto si sería mejor que lo
supieran. Pero los jefes deciden que no. Al menos de forma general. Existen
casos especiales. Pero yo no suelo encargarme de ellos.
Cuando la gente dice que
las almas se reencarnan en grupo, no imaginan todo el trabajo de detrás.
Piensan en el tiempo lineal de la historia e imaginan algún tipo de magia. Si
supieran la verdad puede que apreciaran más la vida que les toca. Todo el
trabajo, toda la planificación. Todo el estudio de perfiles y las noches en
vela por las dudas éticas. Aquí no valen las religiones. Cuando mueres te das
cuenta que la religión, o la falta de religión, no era más que un barco distinto
que te llevaba a un mismo destino. Cuando mueres, en una décima de segundo
comprendes que las diferencias y los nombres no cuentan, cuenta la esencia. Al
final las constantes suelen pesar más que las variables.
Cada grupo de almas que
envío suele ser un poco como mi familia. Los sigo hasta que vuelven a mí,
aunque alguno ya haya superado esta parte y pase a otro grupo de más nivel. Me
gusta mi trabajo. Me tienen prohibido decir que jugamos a ser Dioses. Así que
más bien digo que soy como una escritora cuyos personajes se independizan y
eligen sus propias historias. Y siempre estoy ansiosa por escuchar y aprender
de ellos. Al fin y al cabo los escritores suelen aprender más de sus creaciones
que de sus maestros.
He leído hace poco que los
escritores escriben para escapar de la realidad. No podría estar más de
acuerdo. Sin autoproclamarme escritora, diré que yo también escribo para crear una
realidad distinta de la que vivo. Este relato no va de muerte sino de
renacimiento. Y aunque retazos de una reciente e interesante conversación están
aquí, debo decir que el cuento se ha gestado esta mañana al dar el pésame a
alguien.
En general no estamos muy preparados
para gestionar bien nuestras emociones, pero me gusta pensar que lo intentamos
lo mejor que podemos.
Esta semana no sólo os deseo
que seáis felices, os pido que repartáis esta felicidad entre aquellos a los
que amáis.