Solsticio de invierno. Ese momento mágico en que el otoño
nos da un beso de despedida y se marcha al infinito. Ese instante en que estamos
en tierra de nadie, en que no es otoño ni es invierno, o son los dos. Sí, ese
momento Schrödinger. Soy muy aficionada a esas paradojas. Si me lee algún científico,
que se abstenga de explicarme que en realidad no existe un momento así. No me
importa. Al pensarlo yo, lo he hecho real. Mi mundo, mis reglas. Y en mi mundo,
la luz poco a poco gana a la oscuridad. Eso, es así.
Estamos ultimando preparativos para el día de Navidad,
esta mañana, yo misma, compraba regalos y a mi lado alguien decía, quiero algo
más caro que es para alguien de compromiso. He pensado en preguntar a la señora
qué quería decir con eso.
Todos los regalos que yo hago, las felicitaciones que
escribo, a veces en forma entrada en mi blog, no tienen ningún compromiso, y a la vez son
para alguien importante. Toda la gente que me lee, todos los que me felicitan
la navidad, los que me envían un whatsapp en cadena, los que me han comprado
algo, todos, han gastado unos segundos preciosos de su tiempo para mí. Segundos
que no volverán. Y si alguien decide tomar un café conmigo y me regala su
tiempo, se convierte automáticamente en la persona más importante del mundo.
Así, cargadísima de buenos propósitos me propongo empezar
mañana mis vacaciones. Tiempo que voy a dedicar a escribir, a celebrar que hoy
es hoy y a cumplir esos pequeños rituales que hacen mi vida mejor. A estar con
gente, a charlar de la nada y del todo. Y a positivizar, que es la única manera
de vivir.
Os deseo unas fiestas geniales. Leed, ved películas,
escuchad música, comed chocolate, venced a la oscuridad, compartid momentos y
generad recuerdos, porque un día miraréis atrás y descubriréis que vivisteis
grandes tiempos.
Os dejo una de mis canciones preferidas para estos días,
tiene ese encanto de la “ñoñez” que tienen todas las canciones de navidad, pero
en el fondo tiene una historia interesante, un día os la cuento.
Felices fiestas